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Memoriasencadenadas

25 de febrero de 2009

Días de Desgracia

Ignorad los colores... Sufrí por este texto, y me encantó hacerlo. Es tarea para mi clase de Creación literaria / Escritura creativa así que... sepan que no está tan sencilla...

Días de Desgracia

Darío se dirigió distante hacia Daniela, decidido a darle un dedal. Distraída ella dedujo que Darío le daba un desperdicio, así que devolvió el desecho con desdén y, derrumbando sus deseos, le dijo: “discúlpame Darío, debo desaparecer”

Dos días después él deletreaba decaído su derrota. Disidente a destronar al diamante que delicias deslumbrantes daba día a día.

Durante dieciséis días derrapó desesperado por disipar la desastrosa desidia de la despedida de Daniela. Disgustado por la disfunción del disfraz de desinterés que determinado dispuso ante su dolencia, dejó de disimular despreocupación.

“Discernir entre demostrar desconcertante dolor y dirimir la desilusión es demasiado derroche” se dijo desilusionado. Desechó su desvelo para descubrir una daga que demandaba destinarse para despojar a Daniela de su diligente decisión. Así que decidió desvanecer la dolencia… y se disparó al domicilio de Daniela, quien dormía.

Darío se desplazó delicado dibujando deseos distantes, casi dormitante. Después de descubrir lo que depredaba, delirando desordenadamente dispuso el dedal en la dulce Daniela. Ella despertó desorientada.

Darío, desvariando, deslizó la daga desgarrando la dermis de Daniela y derramando así la desgracia.

21 de febrero de 2009

Cuando Llama El Silencio


Cuando Llama El Silencio



Mirar atrás.

Sentir esa atracción.

Nada allí.


Siempre supe y nunca he querido aceptarlo…

Me cuesta mucho seguir así.

En silencio.


Abriendo puertas y ventanas.

Buscando con desenfreno en todo mundo.

Para encontrar sólo eso: silencio.


Más silencio del que puedo soportar.

Más silencio del que mi alma puede cargar.

Más silencio del que puedo entender.


Me confié. Sabía que debía huir.

Pero aún así lo hice, me quedé.

Siempre supe. No puedo con este silencio.


Le temo a ese silencio.

Silencio que desea que le siga.

Sin saber que yo le seguiré.


Es tarde para arrepentirse de eso.

Sólo queda tratar de cantar.

En completo silencio.


Escucho todo.

Afuera no hay silencio.

Pero el ajetreado ruido no entra aquí.


Siempre estoy solo.

Siempre en silencio.

Siempre anhelando salir del silencio.


Pero guardo celosamente mi salida.

No mi salida hacia el ruido, sino el escape.

Está allí abajo, en el sótano.


Si no logro deshacerme de éste,

Acudiré a ese otro silencio.

El silencio que llama.


Ese silencio no tiene rostro.

Ese silencio no deja huella.

Es ese pequeño dulce invisible para todos.


Tiene las respuestas a todo.

O tal vez no es nada.

Pero en silencio espera el silencio.


Hay que saber que nos llama a todos.

Pero sólo los que estamos en silencio lo escuchamos.

Él dicta la hora y la forma.


Dios sabe que es éste mi destino.

Estar en tortuoso estado solemne.

En luto por mí mismo.


Les advierto yo, el silencio no es malo.

Guarda las voces de todos nosotros,

El suave día que nos toma en posesión.


Así es como nos llama.

Con nuestra voz y la de los demás.

La de los amados fallecidos.


Amar al silencio no es peligroso.

Ser el silencio sí lo es.

No hay nada más allá de él.


Cuando el silencio llama

Y los días parecen ser sólo atardeceres

Es momento de acudir al sótano secreto.


Suave silencio que guardas la voz del amor

Explícame ahora porqué no te encuentro.

Dime porqué despierto solo.


Tu tierna fuerza me hace recordar.

Sus ojos tú posees.

Su futuro tú anhelas.


Y tras mostrarme la verdad

Te cierras ante mí.

¿Por qué silencio eterno?


¿Quién te dio derecho a llevártela?

¿Cómo dejar de sangrar ahora?

¿Cómo dejo de soñar con su sonrisa?


Ella no quería ir contigo.

Yo luché por quitártela.

Tú te impusiste.


En la tenue luz que me queda aún.

Te suplico

Devuélvela o llámame también.


Aún siento su amor.

Aún se que la amo.

Aún estoy... en silencio.


De algún modo me obligas.

Me atas y golpeas.

No me puedo defender.


Libérame de las cadenas o de la vida.

Dame ruido o dame muerte.

No me tengas entre ambos...


No podría estar más mal

Amando sin amar.

Muriendo sin morir.


Y sé, silencio mío

Que no me soltarás aún.

Entonces te pido algo más.


Porque sabes bien que no lograré nada así.

Suplico respuestas, silencio.

¿Por qué?



19 de febrero de 2009

Rostro Vacío

Si encajas con el perfil entonces probablemente seas tu. Siente el odio. O muere de preferencia, pero hazlo YA


Rostro Vacío


Caer, golpear el fondo con el rostro. Y no conforme con esto, arrastrarse. Arrancarse el pellejo raspándolo contra el suelo, hasta ver el músculo, hasta ver el hueso.

No entiendo cómo puede ser esto. ¿Qué lo hace?

Amo, me obsesiono, me aferro en sólo dos horas. Se acaba y vuelvo. Odio.

No se si está dentro de mí o fuera de mí. No se si soy yo el culpable o el culpado.

Pero valla que duele.


A un tiro de flecha, y siempre aciertan. Todos llegan. Todos hieren. Todos envenenan. Inspiran.

Y la impotencia.

¡Por qué demonios no lo entiendes!

¡Tú eres quien me pone así!

¡Te odio!


No renazco.

“Nada, no tengo nada”

Uno no se cansa de fingir y mentir jamás.

Y mira a su alrededor viendo sólo rostros vacíos.

Mi propio rostro vacío.

Mi propio esencia vertida en el exterior, arrojada a los canes, destazada por placer, engullida por mi ambiente.

Tenebrosamente hambriento de sangre.


Sí, puede que esté muy enamorado. No, no puede ser que esté enamorado.

¡Ya dije que sí! Deja de preguntar.

Odio esas preguntas.

Te odio a ti


Solo ¡Otra vez!

Odio ¡Otra maldita vez!

Impotencia ¡Por milésima ocasión!

Ayuda…


Ya no quiero sentirme así.

Odio sentir.

No quiero sentir.

Quiero ser la concha vacía otra vez. ¡Otra vez!

Quiero dejar de vivir día a día lo que hay en mí.


Por una sola vez quisiera saber.

¿Cuándo amanecí atado repentinamente?

¿Cuándo dejé de odiar para volver a odiar?

¿Cuándo comencé a reprimir la tristeza?


Apretar los dientes.

Presionarlos con fuerza.

Hasta que la quijada ceda o el hueso se rompa.

Hasta sentir la sangre.

Oler el miedo.

Hasta herirme.

No poder concentrarme.

Hasta volver a llorar desconsoladamente.


¡Sí! ¡Es tu maldita culpa!

¡Siempre ha sido tu maldita culpa!

Tú me… haces sentir… tan mal…


Algún día.

Un buen día.

Llegarás muy normal a casa. Sin notar diferencias.

Será tu culpa.

No esperarás nada especial.

Y cuando enciendas la luz.

La nota suicida te culpará a ti.

Esperaría que te pudrieras de arrepentimiento.

Que te odiaras.

¡Pero no!

¡No lo harás!

No sentirás nada por mí.

Fingirás, claro. Pero lo olvidarás.

Y mi alma se pudrirá en el infierno.

Por tu maldita culpa.

Y a ti no te importará.

No pensarás en eso.

No querrás hacerlo.

Vivirás siendo la misma aberración odiosa que ensucia mi vida hoy.

Y yo estaré muerto.

Por eso ¡te odio!

Porque te necesito.

Porque necesitas de mi sufrir.

Porque te necesito. Y te odio.

Porque no notas mi odio.

Porque me haces odiarte.

¡Te odio!


No podría matarte.

Quisiera matarte.

Algún día me iré.

Pero no te importará.

¡No puedo!

Amenazar no cambia nada.

No te importa.

No puedo herirte.

Eres inmune.

No tienes corazón.

No tienes vergüenza.

Eres arrogante.

No agradeces.

Culpas.

Discriminas.

Hieres.

Eres hiedra venenosa.

Y no te conformas.

Te pones escudos.

Te vuelves indestructible.

Sabes que lo olvidaré.

Pero yo jamás lo olvidaré.

Siempre sufriré por ello.

Y me quedaré solo en mi dolor.

En mi odio hacia ti.

En mis desahogos y en mis heridas.

Moriré.

No te podré hacer nada jamás.

Y eso me hace querer morir.

Ahora.

Justo ahora.

Y si no puedo hacerte nada a ti.

Culparte, que alguien más me ayude.

Que sepan todos lo que me haces.

Que te odien todos.

Que te impidan vivir.

Que te hagan lo que tú me haces ahora.

Y no podrás pedir perdón entonces.

No sabrás lo que haces.


Pides perdona ahora.

Sin palabras.

Sin dirigir una palabra.

Alguien debería matarte.

Todos estaríamos mejor.

Y yo cederé.

Porque yo si quiero que estemos bien.

Pero a la mierda.

A ti jamás te ha importado.

Ya verás.

Ya te arrepentirás.


Abandono Repentino

Hacía mucho de la última. Reflejar, doler, sentir... Todo nos lleva a ser destinados una vez más. Sólo imaginen los desesperados gritos diciendo "¡Yo no quería esto! ¿Por qué?"



Abandono Repentino


Inmóvil, empapándose en la lluvia.

La expresión de odio ceñida en sus ojos.

Gotas y lágrimas mezclándose en baile silencioso.

La navaja en mano, purificándose de la sangre.


Impotencia y confusión.

Son uno, los ríos y los pensamientos.

Ambos llevados por flujo imparable.

Constante y frustrante, quemando por dentro.


Tristeza, en el interior asentada.

Preguntas escapando por cada orificio.

La muerte blandiendo la guadaña tras él.

Amor perdido, vida tomada.


¿Qué es más filoso? Preguntar.

¿Es la hoja asesina o las gotas de lluvia?

Son las lágrimas, que destrozan.

Escapan tan simples. Inolvidables.


El aroma del lodo se levanta.

Su alma ya fue tomada.

El llanto del cielo limpiará la sangre.

¿Quién tomará su cuerpo?


Masticar, un futuro en soledad.

Amor extinto por la repentina sed.

Alucinar horizontes imposibles.

Libertado ahora, encadenado después.


Sueño perseguido, recobrar su vida.

Arrepentimiento en lienzos.

Lienzos de dolor, uno sobre el anterior.

Impotencia. Soñar es envenenarse.


Extrañar, cómo todo cobra sentido.

Besar, y saborear la inmediatez.

Amar, poder vivir en paz.

Asesinar, sufrir por el error.


Miedo a la culpa, terror a vivir.

Preguntas que gritan, perforan la noche.

Gotas, lágrimas. Mezcla silenciosa.

La locura crece. Tiempo de morir.