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Memoriasencadenadas

27 de enero de 2010

Trenes De Madera

Lo siento, fue relato, no cuento. Para la próxima, quizá un cuento. Idea algo destructiva, algo gótica quizá, algo paranormal y gris, pero, a mis ojos, hermosa.

Trenes De Madera

Hablarles de los trenes de madera quizá no sería la cosa más sabia del mundo, pero alguien tiene que hacerlo.

Todo mundo conoce muy bien lo que un tren es. En muchísimas ciudades del mundo hay sistema ferroviario e incluso hay una forma de medir el nivel de desarrollo de los países con sus trenes: entre más caro es el sistema ferroviario del país, ese país tiene más recursos.

Se sabe bien para qué sirven los trenes. Transporte de cargas pesadas por largos trayectos, animales, e incluso en casos muy extremos incluso seres humanos (?).

Pero estos no son los únicos trenes. Oh no, existen trenes que pueden superar nuestra capacidad de comprensión. Estos trenes son algo parecido a extrañas criaturas mágicas, criaturas de la noche. Son de madera. Todo de madera: las ruedas, los rieles, los vagones, la maquinaria, hasta tienen una locomotora hecha completamente de madera. Son enormes cajas frías y húmedas, cajas de varios metros de largo, un par de alto y un par de ancho, con pequeños agujeros por donde se ven desolados paisajes llenos de neblina mientas eternos recorridos son atravesados.

Estos trenes corren en un suceder imaginario donde se pueden sostener las manos de alguien más para llegar a conocerle, donde se puede pensar en reconocer lo irreconocible, donde uno puede llegar sin saber y perderse por siempre. Este lugar es quizá donde después de un espacio brevísimo para la pasión existe la creación de un novísimo concepto llamado amor.

Rápido van, rápido vienen. Son trenes, pero nadie nunca los ve, como si estuvieran escondidos detrás del velo de la posibilidad. Y cuando vienen y alguien los ve sin estar preparado, se queda por siempre allí, dentro o fuera de la estructura de maderos cortados finamente. Físicamente como muertos esparcidos en todo lugar, pero mentalmente siguen viajando dentro del tren.

Estos monstruos no son otra cosa que criaturas vivas, tan vivas como un niño, pero tan muertas como un tren. No llevan conductor, no necesitan caminos, ellos mismos mueven sus rieles, pero no debemos errar, no se sabe si tienen voluntad. Corren siempre, rara vez se detienen, para un fin único…

Pasan por lagos inmensos donde la gente pierde a sus hermanos, lagos donde uno vislumbra el centro de lago y es llamado hacia allá, donde uno no puede negarse a ser tragado por el agua, y mientras uno se sumerge espera que alguien lo saque, pero nadie lo hace. Pasan por donde una madre ha abandonado a su hijo, por donde un forastero ha perdido su camino, por donde un desprotegido ha perdido la esperanza. El tren recoge sus últimos pensamientos, sus últimos deseos y palabras, y los deja abordar en él, los lleva a un lugar donde todo lo que quieren puede ser cumplido, o eso es lo que se siente al entrar al tren.

Después de noches eternas y lamentos terribles de otros pasajeros, los nuevos desolados entienden que por siempre estarán en ese tren y que si alguna vez logran moverse un poco, será porque el tren lo quiera, porque tienen que ir a otro lado o porque han logrado algo parecido a un escape. Sin embargo, pocos intentan escapar, la mayoría se conforma presenciando los intentos fallidos de esos pocos.

A veces paran, en noches misteriosas llenas de bruma. Los trenes de madera bajan a sus pasajeros, la mayoría no físicos, para descansar en una de sus muchas estaciones, y en más de una ocasión se les ha escapado algún transeúnte ficticio, algún fantasma que después se dedicará toda su existencia a evanescer personas en su afán de ensoñar. Tal vez otro tren recoja a los rezagados y a los nuevos habitantes del paralelo ilusivo en el que los trenes se mueven.

Tienen la facultad de romper la realidad. Navegan entre nubes, en cielo, en tierra y a través de los océanos, quién sabe si detrás del espacio. Doblan en esquinas donde no se pueden ver sombras ni sentir dolor alguno, se acercan por detrás de la esperanza y a veces se visten de inocencia, sin embargo brutalizan a todo el que los llegue a presenciar, cortan el lazo que une su ser con el de el mundo terrenal con sus puertas bien pulidas, bien talladas y ensangrentadas.

Quizá el momento de esos desafortunados elegidos para viajar en los trenes de madera ha llegado y es por eso que los encuentran. Muchas historias narran lo que les ha pasado a esas personas, algunos enloquecen, otros simplemente desaparecen. Un bello pero impactante destino, desconocido para el ojo no preparado.

Los trenes no hacen mal alguno, son bestias insaciables pero sólo buscan salvar a aquellos que no tienen salvación alguna. Los llaman transportadores de almas, se piensa que llevan a muertos y vivos a paraísos inimaginables, lo cierto es que el viaje es infinito, que a los únicos lugares a los que llegan son inciertos y muchas veces no son ningún lugar, algunos pasajeros son abandonados allí, en ningún lugar, mientras que otros logran quedarse dentro del tren voluntariamente.

Esos carniceros de tablón son aquellos entes que uno puede sentir una vez que se mira sobre el hombro y se siente otra presencia, pero no hay nadie allí. Es el tren de madera, sólo escondido tras el velo imperceptible del reino imaginario, sus títeres rondando, buscando carne fresca para las calderas de su amo, calderas también de madera.

Cuando uno sabe todas estas cosas, las preguntas temerosas se convierten en constantes que reprimen el sentido de la libertad. ¿Cuándo me encontrará a mí? ¿Moriré entonces? Es realmente incierto y dudable, pero la experiencia no se repetirá, al menos no en un momento cercano, pues el tren viaja en tiempo y en espacio, a momentos y lugares impredecibles en los que uno duda que se puede sobrevivir.

Las vías se extienden por cada nación de aquí y allá, por cada momento de ahora y de entonces, por cada persona viva y muerta, quizá incluso se extiendan hasta reinos inimaginables e impensables por nuestras incapaces mentes, donde también existen vías.

Podría asegurar, sin miedo alguno a equivocarme, que en cada tren hay mínimo un tren más, incluso redes enteras de trenes, y algunas de esas redes pueden comunicarse con otros trenes, es todo un mundo de madera donde el humo blanco y brumoso es constante, donde no hay nada más que vaho nocturno de otoño interminable.

Incluso puede que haya trenes que lleven a trenes más altos o más bajos, o trenes que lleven periódicamente a trenes privilegiados, o que ciertos trenes estén asilados de los demás y que no pueda existir manera de obtener acceso a ellos si no es siendo encontrado por ellos mismos. Asegurable llega a ser que, siendo recogido por uno de los trenes de madera, ya no se puede descubrir si existen trenes aislados o si la vida acabó allí, si eso es el después de la vida o si existe algo después de ellos.

Al final, los trenes que no se mueven en círculos, pueden llegar a desechar todo su contenido en la negrura total del desconcierto, pues es bien sabido que muchos de los trenes de madera aparecen repentinamente vacíos, y otros muchos jamás han sido abordados por nada ni nadie en ninguna época o lugar. Quizá los trenes vaciados han dejado todo lo que llevaban dentro en una mejor estación, o quizá simplemente suprimieron su contenido por sobrecupo.

En los trenes se puede hallar cualquier cosa, incluso cosas que no tienen sentido o que son el sentido mismo, incluso hechos y momentos, tiempos y lugares enteros o fraccionados. Los trenes son un paradigma de espontaneidad y misticismo, son completamente inconsistentes consigo mismos y logran vivir en la muerte incluso cuando desaparecen de sí mismos.

La existencia de estos trenes puede llegar a ser una completa incógnita, pues en muchas ocasiones pareciera que todos ellos se han ido y no queda ni uno solo para abordar, pero están allí… sólo se necesita estar atento para encontrar que algún tren de madera aguarda un abordaje para escapar de la estación sin ser visto por nadie, ni siquiera por quien lo aborda.


Feliz cumpleaños Kazedai,
esta es una de las primeras partes... eso espero.