Léase de manera más amena y completa recostado sobre el ombligo y en pijama. ¿Puedo ser más directo? Comenten.
I
Está muy frío afuera cuando salgo a pisar la colilla del cigarro. No quiero que ella me encuentre.
Últimamente mi fuerza ha flaqueado. Es, tal vez, la razón por la que el asuntillo aquél no para de dar vueltas en mi cabeza.
“La luna está brillando mucho esta noche” pensé mientras miraba el humo alejarse desde mi ventana.
Ya ha pasado mucho tiempo y debería ser hora de que la verdad saliera a la luz. Pero es muy difícil lidiar con todo esto.
A veces estoy sintiendo cómo mi saliva pasa por mi garganta, lenta e insegura, y recuerdo el olor a gasolina del encendedor de hace unos momentos, y el de hace unos años, cuando todo era más feo, más hermoso, más mágico. Cuando mi vida todavía parecía tener sentido.
Hoy te vi, y creo que es quizá por eso por lo que estoy inquieto.
Sólo pienso…
Pero luego vuelvo a sentir la colilla entre mis dedos, y el calorcito de la brasa ya acercándose a mi piel.
Vuelvo a mirar por la ventana abierta e imagino que el reflejo de la luz en el vidrio podría servir de señal. Imagino un escenario en el que vives frente a mi casa, en el que cada noche, a la misma hora, ambos miramos por nuestras ventanas, pero está oscuro y no podemos saber si el otro está allí, así que usamos el reflejo de la luz de luna en nuestras ventanas para identificarnos, muevo el vidrio de lado a lado echando la luz sobre tu ventana, y tú haces igual. No estamos solos, aunque no nos podamos ver.
¡Qué brillante la luna y qué momentos contigo!
Hoy te vi, y creo que es quizá por eso por lo que estoy un poco… desequilibrado.
Sólo pienso ¿qué será de mi vida ahora que estás tú?
Hace rato que ella se fue y me quedé solitario, otra vez, en mi cama. Vagando en cosas que tengo que hacer o que quiero hacer, pero que realmente no tengo ni quiero hacer. Quizá encender un rato la televisión y escuchar la música de una película que no quiero ver mientras me miro en el espejo y tengo sangre en la mejilla. No es una cortada de la navaja de afeitar, tampoco es auto infringida ni salió de la nada. Me gusta pensar entonces que es una pequeña muestra del dolor que siento ahora. Que mi cuerpo tiene que sangrar un poco por todo lo que mi alma se niega a sangrar.
Pero luego regreso, y me olvido, sigo actuando a ser aquél a quien no le interesa. Sigo siendo el yo que no quiero ser, pero ése es parte de mí. Es tan yo como el yo que sí quiero ser y que, a veces, logro ser.
Me descontrolo. Se me crispan los nervios y no sé qué responder cuando ella pregunta qué estoy haciendo, y no quiero responder que te estoy escribiendo a ti.
Creo que sí, estoy un poco inquieto, un poco desfasado de este lugar.
¿Será por que hoy te vi?
Sólo pienso… ¿qué he estado haciendo?
Escucho las voces, como de película antigua. Estoy en la cocina y pareciera que alguien encendió el televisor en la planta alta. Me acerco a la escalera, con mi sándwich a medio comer en la mano, queriendo saber si hay alguien más y que siempre estuvo allí pero que no noté cuando estaba allá arriba. Luego pienso: ¡qué hermoso sería que fueras tú! Entonces sonrío y regreso a la cocina, pienso que estarás mirando una mala película en la televisión mientras yo voy a la cocina a buscar un bocadillo. De pronto me encuentro con que sonreirás cuando yo suba con un sándwich para ti y que lo comeremos juntos mientras reímos del drama cinematográfico, como aquella vez que fuimos al cine y reímos durante toda la película, aquella vez que fuimos porque nos invitó… ¿quién fue? Y subo con un sándwich y un vaso de leche para ti. Pero, a medida que subo las escaleras, la conversación de la película se desvanece en el aire, igual que el humo del cigarro que fumaré un rato después, bajo la luz de luna. Al llegar arriba recuerdo que estoy solo. Me siento en mi cama y enciendo la televisión, como es sábado hay una película mala acompañada de música de una cantante latina. Me como el platillo lentamente, dando sorbos eventuales al vaso de leche. No puedo prestarle atención a la televisión, sólo puedo pensar en ti y en lo frustrado que me siento de que no estés aquí.
Pero hoy te vi.
Quizá esté… un poco desajustado.
Sólo pienso… qué bellos ojos tienes.
Termino mi bocadillo nocturno y veo a la actriz fumando, vestida de rojo flamante con labios pintados de seducción carmesí mientras platica indulgentemente con un personaje misterioso. Se me antoja un cigarrillo, pero ya es algo tarde y en cualquier momento llegarán. No quiero que me descubra, pero mi cuerpo lo necesita.
Abro la ventana y enciendo un cigarrillo tal y como quería, con mi encendedor negro que compre justo esta mañana para cuando la ocasión ameritara de algo parecido. Pronto el cigarrillo se está acabando y ya las brazas alcanzan, con su calorcito, la piel de mis dedos. No quiero que me descubra, pienso, así que decido arrojar la colilla al techo, pero mi fuerza ha estado flaqueando últimamente, así que no logro atinar y la colilla cae al jardín.
Bajo rápido las escaleras, abro la puerta y busco los residuos de mi vicio secreto, pero no están a la vista. No sé si tardará en llegar o si se presentará en cualquier momento. De cualquier manera estoy en el exterior, cualquiera pudo haber arrojado una colilla a nuestro jardín, y si tarda en llegar el aroma se habrá esfumado por completo, como el humo mientras veía la luna. Estoy nervioso, lo siento en las yemas de mis dedos, pero no sé si es por esta situación o por haberte visto hoy.
Creo que, tal vez, eso me tiene un poco… intranquilo.
Sólo pienso… en ti.
Siento una lágrima en mi mejilla. Una lágrima que me sorprende pues no me siento triste, sólo solo. La recojo con el dedo y lo descubro: no es lágrima sino sangre. Cierro la puerta y voy al baño, en el espejo veo mi mejilla herida, pero no sé cuándo sucedió eso. Tal vez he estado pensando tanto en ti que ni he notado lo que me pasa a mí. Me limpio un poco y noto que olvidé apagar el televisor, lo cual me parece extraño porque yo nunca olvido apagar el televisor, no es como tu maña aquella de ponerle seguros a las puertas cuando las cierras detrás de ti, este hábito es bueno, pero ahora falló. Quizá sea porque hoy te vi y no puedo parar de pensar en ti.
Sólo pienso… ya te extraño.
Me arrojo a la cama, sé que está a punto de llegar y que querrá saber dónde estuve todo el día, porque no me lo preguntó antes, tuvo que irse muy aprisa porque ya la estaban esperando. Tendré que mentirle una vez más, decirle que fui con los amigos… incluso podría decirle que fui a tomar unas copas… me reiría en mis adentros al ver su reacción.
Tengo mucho frío, nada parece calentarme. Es un frío no sólo externo, sino también de mi abandonado interior. No tengo nada que hacer y parece incluso como si la televisión estuviera apagada. Comienzo a frotarme los pies, ahora descalzos, para apaciguar el frío. Recuerdo el hermoso tic que tienes de frotar lentamente uno de tus pies contra los míos, como una caricia dulce que me hace sonreír y ver tus párpados cerrados en armonía, porque eso sólo sucede cuando dormimos juntos, así tan abrazados como una pareja feliz. Y ha habido noches que no puedo dormir de tanto pensar en ti. Debo confesar, pues ya es hora de que lo sepas bien, que me encanta pensar en ti y no dormir por hacerlo… es mi pequeño secretito. Creo que estoy un poco enfermo de ti.
Y hoy… hoy que te vi, estoy un poco inquieto.
Sólo pienso… se siente hermoso estar así por ti.
Pues contigo logro alcanzar… una paz interior que no tengo cuando estoy sin ti…