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Memoriasencadenadas

11 de enero de 2008

Dia 6 - Parte 2

Demos una bonita bienvenida al año nuevo (Muuuy tarde) con una entrada que aun me pregunto porque estoy escribiendo…

Se supone que iba a publicar esta entrada hasta terminarla, pero ya me di cuenta de que me voy a tardar mucho… así que… Publicare la segunda parte (La cual les parecerá algo vacía en ausencia de las demás), luego la tercera y luego la primera… El orden original era 3, 2, 1 y luego los días anteriores (Si. En reversa)… No me pregunten porque, solo léanlo y comenten….


Día 6

Parte 2 - Hogar, dulce refugio.


El sol se estaba poniendo tras las montañas en el helado horizonte. Algunas aves rondaban el lago en busca de algún alimento. El pueblo completo se veía iluminado por la luz que la puesta de sol brindaba. Sin embargo, ningún sonido proveniente de las personas delataba vida en ese hermoso lugar.


El aire traía las cenizas de los pueblos cercanos, el destino estaba acercándose. Durante meses, las poblaciones habían comenzado a desaparecer lentamente al tiempo que el valle se llenaba de bestias rapaces y de horrendos paisajes sangrientos desde hacía un largo año. Nadie sabía lo que le estaba pasando al valle, pero todos estaban seguros de que si no se actuaba pronto, el pequeño pueblo de Clyón desaparecería.


Sentado en el tejado fuera de la ventana de una casa empotrada en uno de los montes, un hombre miraba pensativamente el atardecer oscurecido por los nubarrones de cenizas. Su mirada se perdía irremediablemente en el horizonte y, a ratos, miraba hacia el cielo y dejaba caer una lágrima, luego se limpiaba rápidamente la cara y sonreía con pena, como si alguien lo mirara, pero continuaba admirando el firmamento.


Un ruido proveniente del interior de la ventana atrajo la mirada del hombre.

-Estoy aquí afuera. –Dijo mirando hacia adentro de la casa. Después de unos segundos, otro hombre asomó una tez blanca y barbada por la ventana.

-¿Qué haces aquí? –Pregunto amablemente.

-Veía la puesta de sol. –Respondió el otro hombre desde fuera de la ventana, luego volvió a mirar el paisaje. El otro hombre miro el horizonte durante unos segundos de un calido silencio.

-La vista es muy bonita desde aquí. –Dijo el hombre en la ventana

-Indudablemente lo es. –Contestó el otro hombre. Luego se produjo otro largo silencio en el que los dos hombres miraban soñadores al sol esconderse. –Muchas gracias por hospedarnos.

-Oh, no se preocupen. Tengo las puertas abiertas para quien lo necesite. –Dijo con una sonrisa.

-Gracias. No creo que nos quedemos mucho tiempo.

-Pueden estar aquí el tiempo que sea necesario.

-Gracias. No se encuentran manos amigas en cualquier lugar.

-No, no es fácil encontrar a alguien generoso en estos días. Pero si algún día estoy necesitado, se que alguien me va a ayudar al igual que yo los ayudo ahora.


Un silencio interrumpió la conversación. El sol ya casi no se veía en el horizonte y el cielo se llenaba de nubes. La temperatura estaba bajando rápidamente, pero ambos hombres estaban bien abrigados. El pueblo ya se veía iluminado por el alumbrado público.

-Ni siquiera nos hemos presentado. –Dijo el hombre barbado desde la ventana. Soy Emalon. –Dijo extendiendo su brazo para estrechar la mano del otro hombre. -¿Cuál es su nombre?

-Usted ha sido muy bueno con nosotros –Dijo el otro hombre sin mirar a Emalon. –No le mentiré. Conozco mi nombre, pero tuve una vida muy difícil con ese nombre. Ahora que estoy aquí, prefiero ahorrarme problemas. No he pensado en un nombre falso, así que asígneme un nombre, y seré llamado de ese modo. –Émalon se llevó una impresión muy grande y se vio obligado a bajar el brazo ante la situación.

-Pues… Nunca he bautizado a nadie. Mi ex esposa quería tener un hijo, pero nunca pensamos en un nombre adecuado para un niño. Supongo que me gusta el nombre de Leonardo. Así se llamaba mi padre.

-Leonardo. Me agrada. Lo adoptaré.


Ya la noche se había apoderado del pueblo. La luna fue cubierta lentamente por nubes abundantes y espesas. Los dos hombres continuaron en el mismo estado durante unos largos minutos de silencio sepulcral, después las nubes decidieron hacer del pueblo su lugar de frío espectáculo.

-Está empezando a nevar. –Dijo Émalon al aire. Leonardo miro hacia arriba viendo los copos ondular cayendo hacia ellos. Levantó la mano abierta hacia arriba estirando su brazo, hasta que un copo cayo sobre su mano, luego bajo la mano y miro fijamente las extrañas figuras que mostraba.


El agua endurecida que permanecía en su mano era casi perfecta. Brillaba con la luz que la escondida luna dejaba caer sobre el. Puntas picudas y centro casi redondo. De alguna forma se adecuaba con correcta elegancia al pintoresco paisaje, pues parecía contar historias que se habían escondido en los bosques desde hacía siglos, parecía que su alma lloraba sonriendo y que la única forma de expresarlo era con su propio ser. La mirada de cualquiera podría haberse perdido en ese mismo pequeño pedacito de agua congelada, pues el tiempo mismo admira fuertemente las cosas mas simples tales como esa.

Una pequeña mancha hacia que la completa ausencia de error, se rompiera. Un pequeño grano de ceniza yacía en el simple copo de nieve. Se había profanado un milagro.


Leonardo cerró la mano fuertemente. Se movió lentamente para no caer desde el segundo piso de la casa, y después de un brinco entró por la ventana y paso junto a Émalon. Se dirigió a una cama individual ocupada por un niño de pelo rubio que placidamente dormía. Leonardo se quitó la chamarra que traía puesta y la coloco cuidadosamente sobre el niño procurando no perturbar su sueño.

Una leve sonrisa en la cara del niño. Leonardo nunca había notado la sonrisa tan hermosa que puede tener un niño cuando duerme. Solo ver que ese niño tenia paz, contagiaba de paz a Leonardo, lo llenaba de tranquilidad.


-¿Cuántos años tiene? –Preguntó Émalon mirando la escena aun desde la ventana.

-Once –Contestó Leonardo aun mirando al niño.

-¿Es tu hijo?

-No. –Dijo Leonardo despreocupado –Lo encontré. –Dijo Leonardo volteando a ver a Émalon.

-¿Lo encontraste? –Pregunto Émalon sorprendido.

-Si, en medio del desierto, hace como cinco días. –Contestó Leonardo calmado.

-¿Qué? P… pero… ¿Cómo sobrevivieron? –Preguntó Émalon aún mas sorprendido.

-Encontramos un oasis. Había una casa vacía con comida y un mapa. Tomamos mucha agua y algo de comida y caminamos hacia acá. –Relató Leonardo muy calmado. –Pero si es como un hijo… -Añadió Leonardo.

-Pe… -Balbuceó Émalon después de un momento. – ¡Woah! Esa si que es una historia…

-Tengo hambre –Dijo una tierna voz desde la cama. Leonardo volteo a ver al niño que yacía sentado con la chamarra en las piernas.

-¡Buenos días dormilón! –Dijo Leonardo sonriendo y levantándose de la cama. El niño bostezaba. –Ponte la chamarra, está nevando.

- ¡¿En serio?! –Preguntó emocionado el niño.

-Si, ponte la chamarra. –El niño dio un brinco de la cama y corrió hacia la ventana poniéndose la chamarra en el camino.

-Ehm… ¿Tienes algo de comer? –Preguntó Leonardo apenado.

-Si. Vamos a la cocina. –Contestó Émalon.

-La nieve es muy bonita –Dijo el niño en la ventana.


-Tango pollo de hace rato… Eh… Creo que hay pasta por aquí… -Decia Émalon mientras hurgaba dentro de su refrigerador. –Hay pan, podemos hacer sándwiches o…

-¿Hay galletas? –Pregunto el niño sentado en una silla junto a la mesa al centro de la cocina.

-Eh… pues si pero… -Émalon volteó a ver a Leonardo y este asintió con la cabeza riendo. Émalon abrió una gran puerta que era la alacena y saco una caja de galletas, la colocó sobre la mesa. El niño tomo la caja, saco una galleta y le dio una mordida pequeña, luego repitió en silencio el proceso sin despegar los ojos de la galleta hasta que se la acabó. Émalon miró a Leonardo, el cual estaba mirando al niño con una gran sonrisa en la cara. El niño se veía feliz con sus galletas y Leonardo feliz con el niño.

Después de unas pocas galletas el niño miro a Leonardo.

-¿Puedo salir a jugar con la nieve? –Pregunto poniendo una cara tierna.

-No, no puedes. Ya esta muy oscuro afuera. ¿Quieres que te roben? –El niño negó con la cabeza.

-Pero hay un patio en la casa. –Dijo el niño. Émalon comenzó a reír. Leonardo rió con él.

-Ve. –Concedió Leonardo.

-Gracias por las galletas –Dijo el niño antes de correr hacia el patio.

-De nada. –Susurró Émalon. – ¿No es muy pequeño para tener once?

-Eso mismo pensé yo

-No solo físicamente sino… mentalmente –Dijo Émalon mirando por una ventana que daba al patio desde la cocina.

-Si… pero tiene un gran destino. –Dijo Leonardo orgulloso.

-¿Qué? –Pregunto Émalon sin entender lo que oyó.

-No importa. –Dijo Leonardo. El silencio solo se cortaba por los pasos en la nieve y las risas del niño.

-¿Como se llama? –Peguntó Émalon

-¿Quién? ¿Él? Ah… pues… -Respondió Leonardo sorprendido por la pregunta. Luego se quedo unos segundos en silencio pensando en una mentira creíble. –Él se llama… Adán.

-Adán. –Repitió Émalon

-Si. –Resopló Leonardo sabiendo que mentía.

-He notado que cada vez que lo miras, sonríes…

-¿En serio? –Preguntó Leonardo frunciendo el ceño. –Yo no lo he notado.

-… Y, que lo consientes mucho. –Termino de decir Émalon

-No lo consiento. Pasamos hambre, sed, insolación… en el desierto. No le puedo negar galletas o jugar en la nieve a ese niño. –Émalon se quedo en silencio después de la respuesta. Varios minutos solo vieron a Adán jugar en la nieve. Hacia malabares con bolas de nieve, hombres de nieve pequeñitos, ángeles, se ponía nieve como barba, y otras cosas.


-Ahora vengo, debo hacer una llamada. –Dijo Émalon.

-Okay. –Asintió Leonardo. Sin embargo, él sabia que no podía confiar en ese hombre al igual que no había confiado en nadie desde hacia mucho tiempo. Se deslizo lentamente por la cocina procurando que sus pasos no se oyera, y que su sombra no pudiera verse en la sala donde estaba Émalon. Solo oía a Émalon y una voz del otro lado del teléfono.

-…solo para saber de ellos... Sabes que hablo de los buscadores… Cazadores buscadores, da igual… Si… ¿Cuándo llegan?... ¿Bueno? ¿Estas ahí?... ¿Que cuándo llegan?... ¡¿Qué?!... Perdón, si… si, si… Gracias… si… oh, para nada importante, solo quería saber, tu sabes, para estar preparado… si… Gracias… luego paso por allá… adiós…

El sonido del teléfono siendo colgado indicó a Leonardo que debía volver a la ventana. Sin hacer ruido, rápidamente volvió y fingió seguir mirando a Adán.

-Hay cuatro formas de salir de aquí. El desierto al Este, el lago al Sur, las montañas al Oeste y la carretera al noreste. –Dijo Émalon muy nervioso

-¿Y? –Dijo Leonardo sin entender porque le decía esas cosas.

-Ellos vienen por la carretera así que no pueden irse por allí. –Continuo nervioso.

-¿Quiénes? –Indagó.

-No lo sé… Pero vienen por ti. –Aseguró Émalon

-¿Cómo lo sabes? –Preguntó calmado Leonardo. La cara de Émalon cambió.

-No soy tan estúpido. Traes una daga blanca y a un niño con el cual sobreviviste en el desierto. Eso no lo tiene cualquier persona. –Aseguró severamente. –Les recomiendo regresar por el desierto, es lo último que una persona cuerda haría…

-¿Por qué me estas ayudando? –Preguntó Leonardo.

-No te ayudo a ti... –Dijo con cuidado. –Lo ayudo a él. –Dijo volteando a ver a Adán.

-Igual te lo agradezco. –Susurró Leonardo. Luego abrió la ventana de la cocina que daba al patio. –Ya nos vamos. –Le dijo al niño.

-¿A dónde? –Preguntó el niño dejando de jugar con la nieve.

-No lo sé. Pero ya nos vamos. –Dijo haciéndole un ademán con la cabeza para que fuera a donde estaba él.

-Hay una mochila en la sala. Tiene botellas de agua, comida y una cobija. Tómenla. Ellos llegaran aproximadamente a las doce. –Dijo Émalon

-Mierda –Exclamó Leonardo.

-Tienen como veinte minutos para salir del pueblo –Dijo Émalon mirando su reloj

-¿Qué? ¿Qué hora es? –Pregunto Leonardo impresionado.

-Las once y media. –Dijo Émalon

- ¡¡¿Qué?!!

-Aquí anochece muy tarde. –Respondió en tono de disculpa.

-No puede ser… Van a llegar en solo unos minutos, se mueven muy rápido… ¡Larguémonos ya! Gracias por la ayuda. –Dijo Leonardo. Tomo a Adán de la mano y lo jaló hacia la salida, al pasar por la sala soltó a Adán, tomó la mochila y se la colgó al hombro. Abrió la puerta dejando entrar un ventarrón con nieve y salió casi corriendo.

-¿Para donde es el Norte?

-Para allá –Dijo Émalon señalando hacia la izquierda. – ¿Vas a ir hacia el norte?

-Es el último lugar que revisaran, incluso después del desierto. –Dijo mirando hacia todas partes. – ¡Vamos! Le dijo a Adán. –El niño se apresuró. –Gracias otra vez. Adiós. –Y dicho esto partieron casi corriendo por la calle iluminada solo por el alumbrado público.



El presentimiento asecha… Huir es vital…

“Asignado a su cuidado en sus últimos días, sin darme cuenta me encariñé de su inocencia”

1 Comentarios/Memorias:

Soiral dijo...

Ahora entiendo un poco mas... =)
sin mucho que decir... y por escribir una entrada ]

[]