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Memoriasencadenadas

29 de abril de 2009

Peldaño Arriba, Peldaño Abajo (Miras)

Este... es otro de esos textos que, según creo, varían en estilo. Sé que rompo reglas y no sé si sea un acierto o algo que no debería hacer, ustedes juzguen. Imágen robada y editada. ¡Comenten!

Peldaño Arriba,
Peldaño Abajo
(Miras)


Caminas derrochando todos tus pensamientos. No te permites aprovechar lo que tienes.

Tus sentimientos, los arrojas al vacío. No deseas entenderte.

Tus preguntas, con cada paso, parecen más poderosas, te hacen sentir que no podrás seguir. Pero sigues.

Todo lo que conoces está contigo, y aún así te sientes muy sola caminando de noche por la metrópoli que te crió.

Ves fantasmas, sientes a quien sea a tu alrededor. Miras, pero es sólo el frío y tu cabello.

Cruzas puentes, pisas charcos, miras luces, buscas caminos más cortos. Te preguntas si aún quieres llegar a tu hogar.

¿Sonríes? No lloras al menos…

Silencio es el que amas escuchar, y éste te acompaña entre pisada y pisada. Te suspira suavemente sobre el hombro.

Pero entonces tus pasos y tu dirección te conducen a estar de pie, detenida ante la entrada de tu hogar.

Ves la puerta despintada que tantas veces has azotado y sientes que no quieres entrar.

Miras a tu alrededor deseando que algo te impida entrar. Nada sucede, ni el viento sopla.

Te decides y entras. ¡Sorpresa! No hay nadie, nada nuevo.

La sala vacía, la pasas, todas tus conversaciones vienen a tu mente junto con el aroma del café relajante y el espectro del jazz.

Llegas al comedor. Tantas cenas, los retratos en cada silla y los momentos en todas partes. Día, tarde, noche. Pasas de largo.

Cocina… el cansancio te invade junto con un poco de hambre. Te miras preparándote un bocadillo o quizá limpiando por ahí. Regresas.

Llegas a unas escaleras ajenas a las que todas las mañanas bajas, son las que subes por las noches, las que se ven llenas de presión y cansancio. Las escaleras feas. Subes.

Miras por el pasillo del segundo piso. Dos recámaras, un baño, un par de cuadros en la pared. Todo vacío, ¿cuántas veces no has pasado por allí?

Tocas la manija de tu habitación, unos pasos más allá. Tu mano siente el frío del metal, tu alma el frío de la soledad. Decides ir al baño.

Te das la vuelta y a ojos cerrados entras al baño. Enciendes la luz, y miras los azulejos. Tu reflejo se vislumbra vagamente en ellos.

Miras al espejo. Ojeras, despeinada y confundida. Sonríes falsamente para ti. Dejas que el agua comience a correr desde el grifo. Te echas agua en el rostro y te das un par de palmadas en las mejillas.

Apagas la luz. Huyes a tu habitación. Empujas la puerta y te lanzas a la cama. Inspiras profundo. Con los pies mismos te quitas el calzado. Te haces bolita.

Una lágrima escapa. Cierras tus ojos.

–¿Por qué lloras? –te pregunta él.

No deseas contestar. Tu alma exige escapar del enclaustro, pero tu piel es muy sólida.

–No sé –contestas.

Te muerdes el labio. La noche es fría y necesitas un abrazo.

–Estoy aquí para ti. Puedes contarme –dice él. Rompes en llanto. No puedes controlarte. Comienzas a temblar.

–¿Por qué me haces esto? –le inquieres entre sollozos.

–Porque no quiero que llores.

Tu brazo viaja lejos y regresa con una almohada. La abrazas muy fuerte.

–No quiero que estés aquí –le pides.

–¿Por qué…? –pregunta él. Suena confundido, no sabes qué hacer– Si yo te amo…

Explotas.

–¡Si me amaras no estarías aquí! ¡No me harías esto, me dejarías en paz!

Silencio.

No sabes si él aún está allí. No hay ninguna señal. Esperas saber algo más.


Despiertas. El sol aún no sale.

Te preparas lo más rápido posible y escapas de la casa.

La gente comienza a amontonar las calles.

¿Invierno? ¿Primavera? ¿Verano? ¡Otoño!

Caminas decidida unas cuantas calles sin mirar a nadie directamente.

Te arrepientes y te reprochas por haber olvidado las llaves dentro de la casa y por no tener una sudadera a la mano. Frío viento.

Sigues. Te preguntas si tu destino es válido, si deberías ir.

Comienzas a contar tus pasos. No deseas tomar ningún tipo de transporte.

Sientes sus miradas. No se alejan de ti, todos te miran y sientes el peso. ¿Sobrevivirás?

Es muy crudo el sabor de la situación. Vivir es fingir. Mentir es vivir. Fingir es caminar hacia el vacío. Vivir es morir. Morir es necesario. Vivir es lo que haces mejor. Morir es lo que temes más. Pensar mata. Piensas en otra cosa.

Llegas al lugar. Es muy temprano así que no crees que estén despiertos. Te sientas en el pórtico. Elijes un lugar para fijar la mirada: La calle no, tiene mucha vida; los edificios no, están muy muertos; el árbol, perfecto equilibrio.

Horas pasas allí. ¿Quién está contigo? No puedes mirar a quien está sentado junto a ti. Quieres hacerlo, pero temes volver a la realidad. Insiste, dice palabras, grita desesperación. Quizá quiere dinero o sólo un par de palabras contigo. Quizá está solo, como tú, quizá necesita que una desconocida sentada en la calle le diga el porqué de su vida. No te permites voltear. No te permites escucharlo. Se va.

¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Te levantas y oprimes el botón indicado. Una voz te pide identificarte. Tu nombre dices, pero no sabes si es real. No sabes si siempre has sido tú.

La puerta no tarda en abrirse. Una mano con un cigarro te abre la puerta, está acompañada de un hombre, su propietario. Sigues su espalda flacucha hasta el último piso, te abre una puerta.

Encuentras un sillón que parece cómodo, quieres sentarte, pero tus ojos se cierran y caes.


Luchas en tu interior. Estas confundida. El humo te impide crear lo que en ti se rige. No tienes libertad, pues la libertad te destruye. Esclava de ti misma.

Cuando por fin logras abrirlos, ellos ven el árbol. ¿Fue un sueño?

No quieres averiguarlo.

Te levantas rápido y corres. Sin saber hacia dónde, sabes que te perderás, pero sólo puedes pensar que todo esto no está bien.

Te preguntas si alguna vez le has hablado a alguien. ¿Es el cielo azul lo que está allí realmente? ¿Es éste mi cuerpo? ¿Quién corre?

Tu respiración: tan infinita como tu potencial. Quizá eres demasiado para ti misma. Mucho mapa para explorar.

Tropiezas y tu cara golpea el suelo. La nariz duele ¿de quién es el dolor?

Estas frente a tu casa… otra vez.

¿De qué huyes?

Estás cansada. Sedienta, decides entrar. Y lo haces. Pero no lo entiendes, no tienes llaves. Sólo sabes que lo logras y que, dentro, el agua es todo lo que necesitas, que no importa que tan falsa sea la realidad, los pedacitos de ella son todo lo que te hace ser tú misma.

Subes las escaleras. Ni las de la mañana ni las de la noche, sino las atemporales, las que parecen no llegar a ningún lugar, esas que son infinitas y que sólo te permiten estar en ellas hasta la eternidad. Pero decides que no quieres que sea así, y te bajas en tu habitación.

Entras.

Huele a lluvia. Hay una tormenta allí dentro.

No te importa, acudes a tu cama mojándote y cierras los ojos sintiendo las gotas recorrer todo tu cuerpo. En este momento puedes volar. Pero no quieres volar.

–¿Por qué no quieres volar?

Ésta vez miras a tu alrededor. Ves tu ser extendiéndose hasta el infinito encerrándote dentro de ti misma.

–Déjame en paz. Estas muerto. Supéralo ya, no te necesito, no te amo más. –escupes.

–No vengo para que me ames. Sino para mostrarte que soy el único a quien puedes amar.

–Si no puedo sacarte de mi cabeza, tendré que destruírmela. Pero te destruiré a ti con ella. No te veré nunca más. –ya no quieres que te hable. Cada noche te ha atormentado.

–¿Por qué quieres destruirme? Todo lo que yo hago es porque te amo.

–Si me amas, déjame ir. Tu no estas ya aquí. Déjame seguir.


¿Dónde estas ahora?

Sigues caminando. No sientes que estés perdida, pero no puedes reconocer ninguno de los edificios, de las calles.

Te duele mucho la cabeza. Te preguntas tanto, te respondes tan poco. Sigues adelante, pero no estás segura si estás yendo o regresando en realidad.

¿Cómo puedes pensar que no te estas negando a ti misma lo que sabes que es verdad?

Escuchas músicas que alimentan al viento con sus colores. El aroma de la tranquilidad te hace acercarte a esa ventana que abierta te llama. Miras a través de ella.

Dos niños. Uno es moreno, el otro no tanto; uno es pequeño, el otro no tanto; uno es juguetón, el otro no tanto; uno es tierno, el otro no tanto; el otro tiene los ojos cautivadores, el uno no tanto. Ambos visten pantalones de mezclilla y chamarras del color de la crema.

Hablan sobre la nieve y lo que ésta puede decirnos.

El chico se acerca a la ventana y te mira. Parece enamorado de ti. El otro se acerca pero no tanto.

–¿sere néiuQ? –el uno pregunta. Tú no sabes qué decir. Estas tan cautivada por su voz que no puedes creer que sean humanos. No lo parecen, pero no son ángeles…

El otro sólo te mira, pero sus ojos cafés te suplican respuesta.

Piensas en todo lo que podría existir en este mundo, en todo lo que podría pasar, y en lo ridículo que resulta que estés allí, asomada por una ventana contemplando a un par de niños que bien podrían pasar por tus hijos.

Y quieres. Robarlos parece tentador. Meditas: no podrías.

–¿út y? onu omall eM –te dice el pequeño. ¿Qué le dirás ahora si ya olvidaste tu nombre? El segundo te sonríe desde atrás.

No puedes moverte. Quizá son demonios enviados a cautivarte y a retenerte allí hasta la muerte. Te han hipnotizado, lo sabes pero no quieres despegarte.

De pronto el pequeño acerca su mano a tu cara. La detiene antes de tocarte.

Estás tan emocionada. Podrías morir en este momento siendo feliz. Pero no sabes por qué.

Trata de tocarte. Su mano atraviesa tu cara. Una lágrima derraman los tres, al mismo tiempo. Luego ellos dos sonríen. Y susurran.

–.oma eT


Escuchas un pitido intermitente.

–Al parecer estará bien. –Voz femenina.

Tu cuerpo está tieso, te pesan mucho los párpados. Desorientación.

–Usted… ¿cree que recordará? –Voz de mujer.

–Es lo más probable. No podremos saber hasta que despierte. –Voz femenina. – Pero lo mejor será no decirle sobre lo sucedido si no lo recuerda. Al menos por el momento.

¿Quién está diciendo todo esto? Tus preguntas tratan de mover tu cuerpo, pero este empieza a producirte dolor. Mareo.

–Pero es seguro que despierta ¿verdad? Sí despertará… –Voz de mujer.

–Claro que sí –Voz femenina– no se encuentra en estado comatoso, sólo está sedada.

–¿Hay algún riesgo de complicaciones o estará bien? –Voz de mujer.

–Siempre existe ese riesgo, pero en este momento es mínimo. –Voz femenina– Mejor concéntrese, en este momento, en superar la pérdida de su yerno y sus nietos, no necesita una preocupación más. Yo la cuidaré bien…

–Está bien…

Suena insegura. Es tu madre. ¿Qué pasó con tu esposo y con tus hijos?

Te duele el corazón. Las lágrimas brotan. Tratas de moverte, pero eres muy pesada, como roca.

Saboreas el tubo que hay en tu garganta.

¿Qué pasó?


Hola. –Tres voces.

–¿Dónde estamos? –Tú.

–Esto eres tú.

–La tú que quiere retenernos.

–Retenernos hasta la eternidad.

–¿Estoy muerta? –Tú.

–Muerta para ti.

–Para ti no queda nada.

–Nada por lo cual vivir.

–No quiero esto –Tú.


Eres esclava de ti misma una vez más.

Pasos vacíos son los tuyos.

Amas a lo que no tienes.

Y lo que sí tienes lo repudias.

Amar a la familia.

Odiar la vida sin ellos.


¿Qué se supone que haga ahora?

Encuentra otra vida. Otro amor.

–Eso es imposible. Prefiero morir.

Es tu decisión, pero sí es posible. Yo lo logré.

–¿Quién eres tú?

Yo te creé.

–¿Eres Dios?

Para ti, puedo serlo. Tú estas en mi mente. Toda tu vida, tu familia y tu situación es mía y yo puedo dártela o quitártela. Soy quien, con estas letras, te da lo que eres, por lo que luchas.

–¿Por qué me haces esto?

Yo también perdí… algo importante en mi vida…

–Es tu forma de vengarte. Me destruyes y te sientes bien.

No.

–¿Entonces?

Volvamos a empezar.


Caminas derrochando todos tus pensamientos. No te permites aprovechar lo que tienes.

Tus sentimientos, los arrojas al vacío. No deseas entenderte.

Tus preguntas, con cada paso, parecen más poderosas, te hacen sentir que no podrás seguir. Pero sigues.

Todo lo que conoces está contigo, y aún así te sientes muy sola caminando de noche por la metrópoli que te crió.

Ves fantasmas, sientes a quien sea a tu alrededor. Miras, pero es sólo el frío y tu cabello.

Cruzas puentes, pisas charcos, miras luces, buscas caminos más cortos. Te preguntas si aún quieres llegar a tu hogar. Fue un mal día.

¿Sonríes? No lloras al menos…

Silencio es el que amas escuchar, y éste te acompaña entre pisada y pisada. Te suspira suavemente sobre el hombro.

Pero entonces tus pasos y tu dirección te conducen a estar de pie, detenida ante la entrada de tu hogar.

Ves la puerta despintada que amas cruzar. Adentro encuentras siempre un consuelo. Sonríes, porque sabes que, si entras, el dolor acabará.

No sabes si entrar. No quieres contagiarles este terrible sentimiento de confusión que te ha invadido.

Temes que lo único que te queda sea también destruido. Destruido por tu sentir, por tu dolor insignificante. Desearías sentirte bien para darles ese sentimiento.

¿Qué haces? Huir. Pero eso no te da nada. Caminas cuatro, cinco, seis calles. Las luces de las calles son agresivas. Hace frío. Parece que comenzará a llover. Miras por una ventana e imaginas a dos niños hermosos que juegan felizmente. Están llenos de vida y deseas abrazarlos. No puedes contener tus ganas de decirles lo mucho que los quieres. Son tus hijos, y te esperan en casa. Estarán cansados como tú. ¿Quién les arropará y les leerá si tú te vas?

La luna te mira como la madre que siempre ha sido para ti. Sonríes.

No hay nadie más afortunada que tú. Tienes lo que siempre has querido. Y es todo lo que necesitas para vivir. Es todo lo que quieres para ser feliz.

Das la vuelta por inercia y comienzas a caminar.

Piensas que al llegar tu esposo te besará y te abrazará. Te preguntará cómo te fue y tendrá la cena preparada. Tus hijos correrán hacia ti y te besarán porque eres la mejor madre que ellos podrían tener. Mirarás entonces sus ojitos y llorarás, porque sabes que los amas.

Llegas ante tu puerta y sacas tus llaves. Tintineo.

Hay un “Te amo” para cada uno de ellos en la punta de tu lengua. No puedes esperar para dárselos.

Entonces te detienes. ¿Y si no están? ¿Y si no existen?

¿Qué tan mal te sentirás? ¿A quién le expresarás tu amor? Reprocharías a la luna entonces. Y ¿qué hacer ahora?

Vivir.



15 de abril de 2009

Mentira Blanca (Si La Musa Viviera)

Probar diferentes estilos nunca es malo, me gustó cómo quedó este. Igual critíquenle todo lo que puedan. Ambas imágenes son robadas. Espero que se entienda quién es la musa y quién es la ciudad. ¡Pongan comentarios! Adiós.

Mentira Blanca (Si La Musa Viviera)



La ciudad de cristal: amante del ocaso, cofre de la vida y señora de las tierras, guarda el secreto más preciado del planeta y por ello es tan clamorosa. Hay de ti, ciudad maldita, si alguna vez ese tesoro pierdes, pues ya ni la luna respetará tu presencia erguida entre montañas que rasgan las nubes.


Mujer, secreto guardado celosamente por la majestuosa metrópoli de miel. Eres esencia del universo, musa de los sueños y reina de los mortales. Tú te refugias tristemente en el almíbar que producen los sentimientos humanos, entre los que plácidamente pululas. Con tus cabellos de algodón, tu piel de diamante y tus ojos de aceituna, vas contoneándote por calles de anhelo y seducción, consiguiéndote más y más seguidores.


Pareciera que ningún ente logra ver la verdad en ti postrada.


Tu carne puede ser toda seda y toda luz, pero tu corazón cenizo ha perdido ya todo color, y tu alma solitaria, de mí, no la puedes esconder, pues tras tu perlada sien de diplomática envidiada se vislumbran pensamientos agotados que derraman tu sufrir hacia ojos de quién piense en ti como más que un trofeo.


Eres tú, niña por todos pretendida, la dueña innegable de los hombres, que aunque te buscan, te siguen y te alaban, no son capaces de alcanzarte. Nadie lo es. Nadie puede retenerte junto a su humanidad. Tú proclamas por dónde han de caminar y ellos te toman la palabra sin chistar. Desearías que fuera distinto.


Tú jamás has amado. Estás sola siempre y te odias por tener que estar así, por vivir para ser quien alcanzada no puede ser. Ofreces todo, pero nadie roza lo que das; estas dentro de cada uno, pero todos te ven según como te quieran ver. Jamás has sido tocada, a pesar de que todo humano te quiere para sí.


Odias a quien te creó por haberte destinado a ser anhelada y nunca alcanzada, porque jamás tendrás compañía ni sabrás lo que tú misma eres. Lo odias por haberte dado el nombre que todos conocen, buscan arduamente y proclaman, pero que nunca han entendido: felicidad.


Blanca mentirita: No desesperes, pequeña celestial. Alguien, algún día, dejará de desearte… Y entonces te encontrará.




8 de abril de 2009

La Línea Curva Del Silencio

¿Y creen que yo no he notado que no he publicado casi nada últimamente? Es tortuoso entrar a mi propio blog y ver lo mismo a diario. Por eso hoy les traigo un texto algo largo al que le pueden sacar mucho jugo… si quieren… Si no, igual está interesante de leer (no dije bueno). La segunda y quinta imagen las tomé yo, las demás son robadas (creo que es la segunda vez que meto imágenes de anime en mis textos).

Es como una recopilación de los últimos ajustes y desajustes vividos, representados, claramente, en una forma… más divertida que la habitual…

Quizá ya habrán notado: Problemas con el HTML.

Por favor, si leen, comenten.

Precaución: Filosofía implícita.


La Línea Curva Del Silencio



I. Delirio Amante



Mucho antes de ver el día en que te fuiste, yo ya había caído por tus ojos.

Antes de conocer la forma en la que me querías, ya me había enamorado de acariciar tu tersa piel.

Días antes de querer volverte a ver, ya empezaba a necesitarte junto a mí.

Antes siquiera de poderme enamorar de tu ser… Ya habías muerto para mí.


Estoy aprendiendo, pero tragarse la furia… es amargo después de haber probado el dulce brillo de tus labios.

Todo ahora se siente áspero, pues tu piel me enseñó lo suave que la piel humana puede ser.

Me mostraste que querer es mucho más de lo que yo siempre pensé. Que querer rompe barreras y te hace tocar el cielo.


Pero luego desapareces…

¿Alguna vez te besé?

¿Alguna vez te toqué?

¿Estuvo todo en mi imaginación?

Horas pensando en ello, paso. Y aún no acierto a saber si existes o si sólo te vi un día caminando por la calle y me apropié de ti. O si yo mismo te inventé.


Lo que te dije…

Tal vez nadie lo escuchó…

Lo que aprendí de ti…

Quizá siempre lo supe…

Probablemente yo te creé…

Probablemente yo te destruí…


No.

No puede ser así.

Si lo fuera, no podría haberme enamorado de ti…

¿O sí?


II. Sueña Un Paraíso Para Mí



Años de silencio sin tu voz dentro de mí.


Resuena el chisporroteo en mi interior.

La flama aún no muere, hace eco en el vacío.


Vivir.

El viento se lleva las nubes,

El teimpo recorre los astros,

El polvo carcome mi piel.

Y yo sigo aquí… de pie,

Esperando en este gris océano.


Tus labios… ¡Hermosos!

¡Son agua de la eternidad!

Y aquí yo me muero, me ahogo.

Sumergiéndome en mi propia sed de ti.


Las estrellas son tus ojos,

Rodeadas por el infinito.

Profundo, dentro de mí, llega su luz,

Y logran vislumbrar hasta mi núcleo.


Y sigo aquí.

¿Dónde has ido, amor mío?

Sigo ilusionándome, imaginando

Que en este desierto encontraré

El oasis que es tu aroma.


Líneas en el infinito.

Son las líneas seductoras

De esa sonrisa que me dio todo

Lo que nunca antes imaginé.


Vivir…

Es nada sino monotonía

Sin ti.

Morir…

Sería en vano

Sin ti.


Me enamoras en septiembre,

Me das hambre de tu carne,

Me haces pleno con tu amor.

Me abandonarás…


…El chispazo de tu risa:

Infinita inspiración.

Estando solo me estremezco

Al notar lo que aún siento.


Desaparecer…

Permaneciendo aquí.

Y luchar por seguir,

Sin dejar de recordar.


Un ocaso enamorado,

Alucinando con el viento.

Temo ir más allá sin ti.


¿Por qué te fuiste manchando la lluvia de tristes recuerdos y sangre perfecta?


Pasión líquida, que baña nuestros cuerpos, se derrama en la existencia. Nuestro único vínculo de encuentro.


En fantasmagórica unión creamos mundos nuevos.

Mundos de esperanza.


¿Dónde estás?

¿Qué me dejas?

¿Por qué desapareces?

¿A dónde vas?

¿A dónde has ido?


III. Dejar De Recordar



Valla que quema…


Es una forma de vida. Así vivo yo.

Sin miedos.


Prometí no hacer nada de lo que me arrepintiera… Pero siempre termino equivocándome. Si no se alejan solos, soy yo quién los aparta. Es que ya no quiero sentir. O ya no quiero enamorarme al menos…


Me produce curiosidad cómo es que siempre buco algo… y una vez que lo encuentro, se pierde sin razón. Luego lo vuelvo a encontrar, pero entonces ya no lo quiero.


Trato de entender, siempre, todo lo que me rodea. Y no puedo comprender toda la desgracia que nos rodea. La desgracia que yo causo y a la que soy adicto me hace danzar en palabras que sí quiero decir, pero que no deseo que escuchen.


¡Terminará cuando ya no tenga a nadie para destruir!


Es que… el amor…

Roba mis sueños.

Constantemente quema mis ansias de seguir.

Quiebra las letras y destruye mis ciudades.


El mundo me mira. Camino por estas calles, sin rumbo exacto. Debo mantenerlo en secreto mientras aún reconozca los rostros a mi alrededor. Los números construyen castillos sin cesar. Se culminan pasos para llegar al final.


¿Construir o destruir?


Olvidando qué es el odio, me sumerjo en mi propia tinta gris. Sé por dónde he pasado y lo que en cada lugar sucedió. Supe el suceso que detonó la razón para que se rompiera la razón misma, y así todo el color se borrara.


Pero me encanta enamorarme.

Sentir.

Vivir.

Y es desgastante.

Vivir… mata.


IV. Rendirse



Es la esencia de la naturaleza humana: estar temiendo el cambio, después aceptarlo con terror y, una vez dentro, sentir cómo lentamente te traiciona.


Quedarse solo.

Es como debe ser.

Es como el destino maneja los inconcientes.

Al final vuelve a suceder.


Bienvenido al fuego.

Arderás por el dolor.

Arderás por la tristeza.

Arderás por la pasión.

Arderás por ti mismo.

No querrás volver.


Llorarás entonces.

Y tus lágrimas inútiles también te abandonarán.

No tendrás nada por lo cual luchar.


“Adiós al lugar hermoso.

Adiós al amor.

Adiós a mi vida.”

Despídete de todo.


“Ya no hay nada más, sólo cicatrices.”

“Calla de una vez, déjanos en paz”


Si no hay quién ni qué:

¿Para qué luchar?

¿Por qué luchar?

¿Por quién luchar?

¿Para quién luchar?

Es mejor rendirse.


V. Precaution: Eubordaje Quattro Alternativ



Ayer mi tráquea devoró más espíritus de los que puedo retener. Escupí cabello negro y sangre. No quiero hablar de eso.


Hoy, el día nuevo, que el tiempo se mostró osado y suicidó su flujo por un breve momento de desolación para dejarme ver que en el final del tiempo, todo lo que he hecho, es sólo relevante para gente en otros mundos, y que luego reinició su flujo desde el exacto momento en el que éste terminó, he notado que mi ser, o mucho de él, es invertido en morir mientras que poco sigue luchando por mantenerse vivo.

Hoy me arrepentí de lo hecho ayer: sacar mis demonios para entenderme con la retorcida mente real de mi conciencia.


La salida equivocada.

Te escondes en la luz.

Huyendo de esta temible habitación de pánico. Mutilando el mismo poema, tratando de seguir infinitamente hasta encontrar la saciedad. Enlistando tu desdén.

El tenue susurrar de la sombra que te arrastra hacia un paradero celestial es escuchado por los sollozantes familiares.

Almas ennegrecidas presentadas ante sucesión de vida.


Vuela lejos de este infierno.

Baja de los oxidados botes, pero no toques los océanos de ácido que habrá bajo tus pies.

Busca refugio de todos lo males que encontrarás en el camino.

No confíes en los muertos.

Jamás dejes que te guíe nadie, aunque tardes cuatro eternidades en llegar a tu destino.

Algún día encontrarás la salida, y allí podrás saborear el haber llegado a tu paraiso.

Adiós.


Mañana, en el suave viaje eterno de nuestras almas al siguiente hoy, mi esencia mostrará que por más difíciles que sean los cambios, siempre se puede renacer y encontrar nuevas fuerzas. El dolor no tendrá porqué ser eterno y podré amar otra vez.

Ojala que el mañana llegara hoy.


VI. ¿No había algo más?



“Es un mal necesario”

Repito en mi mente.

“No te arrepientas, elegiste lo correcto”


Y… ¿Si me estuviera equivocando?

¿Qué si no quiero cumplir mi destino?

¿Cómo luchar?

Derrapando en confusión.

No puedo volver.


“Hagan una línea”

Ordeno a mis emociones.

“Den media vuelta”

Dicto a mi arrepentimiento.

Y luego disparo.


El deber es mayor,

Que la conciencia,

Que el sentido común,

Que yo.


Tomar control una vez más.

Estar, desde abajo, moviéndolo todo.

Comprar cada alma para mí.

Sólo para mí.

Y eliminarla.


Y en la última sonrisa, la faz de la tierra se llenará de cadáveres fríos que ya no tendrán nada más que decir. El gris se habrá apoderado incluso del fuego que quema lentamente todo lo vivo y lo muerto. El sol se esconde en el último ocaso que deseamos todos, para que al fin se renueve el mundo. Arderá la razón.


Ahora que todo está tan frío, puedo ver que sí se hizo lo correcto. La enfermedad arrasó con toda la vida, y estos sueños, los sueños de la tierra muerta, desaparecieron junto con sus creadores. Ya no queda nada.


Pero yo no quiero esto.

Nunca lo quise.

Pero luché por ello.

Ahora ya gané.


Por dentro, este mundo es muy real.


Extraño no pensar así.

Extraño saber que puedo mejorar.

Extraño, una vez más, ser un niño.

Extraño ser dibujo.



¿Hay todavía esperanza?