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Memoriasencadenadas

16 de octubre de 2008

Santos Ataviados

Santos Ataviados


Nos rompemos desde dentro. Saboreamos la soledad sabiendo bien que, a pesar de que nos tenemos, nos abandonamos. Por los círculos que se alejan rápido, y nos dejan solos se aleja, la ilusión.
No soy sólo yo.
Y no eres sólo tú.
Somos nosotros.
Y tampoco somos nosotros…
No somos nosotros.
Son ellos.
Y ellos son nosotros.
Pero no son tú ni son yo.
Ellos son nosotros.
Pero nosotros no somos ellos.
No son yo ni tú.
Ellos son nosotros.


Y es así que la última parte de mí se hace la primera parte de ti. Para que cuando tú creas que te he conocido, te des cuenta de que no me has conocido aún. ¿Quién nos conoce?


Es porque nuestros pies pisan la arena por lo cual hacemos huellas; y es por esas huellas por las que sabemos cuales playas hemos pisado. Y a pesar de que el mar venga y moje la arena, las huellas no se borran tan fácilmente, quedan vestigios de éstas; y si son lo suficientemente profundas las huellas jamás desaparecen.
De allí, entonces, ¿Qué pasaría si nuestras huellas se borraran?
No desapareceríamos, no nos quedaríamos solos, no perderíamos nuestras almas.
Si borrásemos esas huellas que definen nuestra esencia y quedásemos desprendidos de todo valor y dolor, de la felicidad y del recuerdo, seríamos finalmente libres.
Nuestro ser volaría en nuevas playas sin la carga de las huellas ya pisadas, sin límites…


Somos, todos, sólo santos encerrados en un cuerpo de profeta que divaga por el mundo sin ver tonos ni colores. Nos perdemos y encontramos los unos a los otros, y usamos a los encontrados para continuar por el camino que lentamente nos hace superar aquel viejo trauma sobre la inyección venenosa que al final nos pateará dentro del féretro. Y ¿Qué logramos sino hundirnos en la oscuridad? ¿Qué hacemos sino impedirnos ver que el tiempo es ese veneno?


¿A quién encontramos si al final a todo y a todos los perdemos? ¿Por qué luchar si al final igual se pierde en la vida?


¡Por nosotros! Porque somos egoístas y guardamos, en pequeñas cajas de cristal, las esperanzas de ser alguien y finalmente alcanzar nuestro propósito.


Pero al final, después de nuestra muerte ¿Qué somos sino santos con atavíos hechos de sucias huellas que caminamos hacia inciertas realidades?


Somos algo más, pero no somos ni tú ni yo. Son ellos, y ellos son nosotros sin que nosotros seamos ellos.
Y al final… ellos vendrán por nosotros.


Vendrán a mostrarnos la verdad.

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