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Memoriasencadenadas

9 de febrero de 2010

Buenas Noches

Salvador Padilla Rangel


Buenas Noches


El tic-tac del reloj no lo dejaba dormir, encendió la lámpara de su buró y se incorporó. Buscó cigarrillo y algún fósforo en el cajón. Luego vio la foto a través del humo.

–¿Sabes? No puedo dormir –susurró a la fotografía.

Sacó un cenicero del mismo cajón y lo puso en su pierna. Miró la ventana como pensando qué decir.

–Tal vez te parezca algo loco, pero quizá si hablo contigo pueda… dormir. Aunque no estés aquí. Pero ¿qué decirte?, sabes que no soy bueno iniciando conversaciones. Para empezar ni aceptabas que fumara… –le dio un par de toquecitos al cigarrillo sobre el cenicero– supongo que no te gustaba por la peste, la salud y esas cosas… era molesto pelear contigo por el cigarro. Te ponías histérica cuando me veías.

Oyó un automóvil pasar por su calle, cerró los ojos para escuchar, quizá para huir de un par de lágrimas. Respiró profundo y escuchó el silencio consecuente al ruido de motor. Se sintió cómodo dentro de ese silencio, un silencio suave y arrullador, una invitación a dormir. Él sabía que la razón del insomnio estaba dentro de él, no afuera. Ni la cama, ni ruido, ni luz, ni temperatura. Tomó la foto y la acercó a su rostro para verla más de cerca, la escudriñó de arriba abajo y rascó un poco un lado donde había una mancha.

–¿Te acuerdas de Melisa? Nunca te cayó bien –rió– siempre decías que era una reventada. Y qué razón tuviste. La primera vez que vino rompió uno de los vasos, y te diste una enojada… “los vasos de mi boda” –dijo fingiendo voz de mujer– y ella se puso toda roja y no quiso volver ese día, ¿te acuerdas?

Un largo espacio vacío, dejó que las palabras fueran escuchadas por ese silencio, como si esperara una respuesta de alguien que lo estuviera escuchando detrás de la puerta. Fumó un poco más mientras esperaba.

–¿Sabes qué nunca entendí? –preguntó interrumpiendo su propio silencio– ¿Por qué no querías que fuera a la boda de Mary y Pepe? Digo, eran buenas personas, amigos desde muchos años y los conocías muy bien, ¿por qué te empeñaste en que no fuera? Supongo que nunca lo sabré porque… –dudó, se le trabaron las palabras en la garganta y bajó la mirada, respiró profundo con los ojos cerrados y se aclaró la garganta.

–Ay y tu afán de que yo no fuera taxista. Deberías intentarlo alguna vez, conoces gente de todo tipo, todos los lugares, los hoteles, cada conversación común y hasta la más extraña, comienzas a ver diferente a las personas, de pronto ves a alguien y dices ah, este es así y aquél de otra manera y segurito que el de atrás hace esto otro. Y bueno, uno siempre se queda con la duda de si todo lo que intuye es cierto, pero no deja de ser divertido. Y te digo, se sube cada gente...

Volvió a mirar la foto y la acarició. –Ya me enteré de lo de Julio, me dijo mi tía Socorro anoche en el sepelio… –tragó saliva y se calmó de nuevo. Se propuso mentalmente que en esa conversación no debía haber llanto, se dijo que ya había llorado bastante y no se permitiría arruinar un momento calmado y ameno por un par de lágrimas.

–Ah, me hiciste la vida de cuadritos en tantas ocasiones… –mencionó enfatizando el “tantas”– te encantaba, no te hagas. Nada más esperabas el momento preciso para soltar la palabra más inadecuada, siempre que podías me salías con lo del matrimonio, que la renta, que si soy un flojo y que si… –se detuvo pensando y luego habló para sí– ya, bájale.

–Anoche cuando… no sé, ni para qué te lo digo. La verdad estaba como ido, como en shock, así como zombi. Pero pues… ya ves lo que es ver reunida a toda la familia, todos llorando y los abrazos y luego acercarse juntos a ver la caja… no vaya a ser que si va uno sólo le brinques encima ¿verdad? –soltó bromeando, se rió un poco y notó que su cigarro estaba ya casi completamente consumido. Repentinamente su escudo de broma y valor se rompió otra vez.

–La verdad es que a veces me caías muy mal pero, ni quién se acuerde, sólo yo porque quiero estarte molestando ¿no? Pero la vedad q-qué no daría porque estuvieras aquí… haciéndome la vida de cuadritos.

Dejó caer una lágrima al parpadear y con ella, todas las demás, que se escondían en sus ojos, comenzaron a salir como agua contenida de una presa. Puso la foto boca abajo en el buró y el cenicero encima, apagó la luz y se recostó de nuevo. El silencio no parecía igual, ya no estaba tan cómodo como hacía sólo segundos. La idea de la soledad llenaba la habitación de un silencio frío e imponente. Se sintió un poco atrapado en sí mismo, enredado en sábanas y pensamientos, un poco incómodo, un poco solo. Al final siempre la había tenido a ella y ahora ya no era así.

Pronto paró el llanto y se quedó pensando, ahora sintiendo que podía platicar con ella cuando quisiera, no sólo cuando ella tuviera la oportunidad, eso le consoló un poco y le animó a tratar de dormir. Se frotó los ojos y asomó la cabeza al buró.

–Buenas noches mamá.

8 de febrero de 2010

Perdido

Perdido




Sentido

~ya no hay.

Ya no sé

~lo que será.

Matar el sol




Matar el sol



Yaciendo en álgido suelo
Yo Solo y abandonado.
Sangrando.

Flores son tus ojos
y no las puedo yo tentar.
Están vacías de toda vida
y vacío estoy yo de ti.

Fluido escapa de tu cuello.
Vibras, sollozas al inspirar,
no hay movimiento en respuesta,
te vas.