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Memoriasencadenadas

20 de febrero de 2008

Te amo / Te odio

No son dos entradas, solo es una llamada "Te amo / Te odio" consta de dos partes y creo que es obvio cuales son. No estoy seguro si deberían tener este orden... Pero el destino me dijo que asi lo pusiera... Las imagenes son simbolicas: la de Te amo "no es real" y la de Te odio es forografía...
Pongan comentarios.

Te amo / Te odio


Te amo

Comienza con el llanto del piano,
Sigue con el violín agonizante,
Vienen las campanas de la iglesia,
Y acaba… Con un soplido del viento…
Con una lágrima tuya…

Una luz ha nacido ya.
El corazón es débil,
La conciencia esta sucia.
No has logrado dejar de odiarme.

No encontraras un cielo, no tú…
La cruz que de mi cuello cuelga,
No hará que deje de amarte.
Por siempre yo suplicaré…

Ha sido inútil amarte,
¿Ha sido útil odiarme?
Di tu nombre y di el mío.
Es tu trono, mi lamento.

¡No lo entiendes!
Yo te amo…
¡No lo entiendo!
¿Me odias?

Y se acabaron las preguntas,
Tú me odiaste y yo te amé…
No quisiste amarme…
Te tomaré la palabra…

¿Desde cuando despertaste?
Ayúdame a subir…
No me dejes caer…
Te doy todo si me das tu mano…

Rotos, mis sentimientos huyen.
Tu corazón por siempre resguardaré.
Dame una oportunidad…
Déjame vivir un tiempo…

Se apagaron las premuras.
Tú me amaste y yo te odié.
No quise odiarte…
Tómame la palabra.

Perdóname… No quise que sintieras esto.
Estoy solo y sin ayuda… ¿Qué mas podía hacer?
Por favor mira mis manos,
Te ruegan, te suplican por perdón.

Es tu último respiro.
He fallado… Ahora estas muriendo.
Nunca quise herirte… y ahora he sido yo…
Perdóname… Te ruego… Perdóname…

Júzgame si quieres…
Átame a mi cruz,
Atorméntame en silencio,
Ahoga mi ilusión,
Pero no me pidas cambiar…
Porque lo hecho, hecho está…
No puedo cambiar mi pasado,
No puedes cambiar tu destino.
Y… Tampoco puedo salvarte de la muerte.

Ahora entiendo…
Ahora sangras…
Ahora amo…
Ahora mueres…

Te odio

Hola… ¿Viniste por mi?
Cúlpame por el pasado.
Has vivido en la vida,
Ignorando tú muerte.

¿Me pides perdón?
Me exiges sentir,
Destrozas mi ser,
Liberas mi ira…

¿Porque no te mueres ya?
Déjame vivir mi vida.
Si está mal no me importa,
¡Prevé mi reacción!

Y me divertiré
Desmembrando tu carne,
Rompiendo tus huesos,
Cortando tu piel…

¿Aun vives?
Escoria es lo que eres,
Eliminado debes ser,
¿Lastima? Esto es asco…

Limítate a mirar,
Si luchas será peor.
Mi oscuridad despertaste.
Tu luz, yo, dormiré.

Tu sangre es solo bella
Cuando no está dentro de ti.
Tu vida no vale,
Si esta habita en ti.

Una dulce escena de aflicción,
Nuestro gran secreto este será,
Ahora no quedara nada de ti.
Un favor, a la humanidad, haré.

Comienza con el llanto del piano,
Sigue con el violín agonizante,
Vienen las campanas de la iglesia,
Y acaba… Con un soplido del viento…
Con una lágrima tuya…


15 de febrero de 2008

Día 6 - Parte 3

A pesar de lo que diga el título, es la primera parte de la historia corta, pues va en orden inverso: 3, 2, 1. Sin más les dejo el escrito. Dejen comentarios.

Dia 6
Parte 3 - Pérdida

Las calles del pueblo se llenaban lentamente de escarcha, y la nieve no paraba de caer. Iluminado por el alumbrado público y algunas casas, Clyón el pequeño pueblo que unía las montañas, el desierto y el lago Zepe esperaba paciente por su destino.

La nieve caía mas fuerte a cada minuto, el viento se agitó mucho avisando al pueblo sobre el porvenir. La tormenta de nieve se dejaba anunciar a si misma, la temperatura era muy baja. Pero la nieve no era tan blanca como la normal, esta era gris. Gris manchada de cenizas.

Un hombre caminaba con cuidado por los callejones, de la mano de él un niño de corta edad. Los dos, en silencio, se dirigían cautelosos hacia el norte.

El hombre paró junto a la puerta trasera de un restaurante y se recargó en la pared, el niño lo imitó. El hombre miró nervioso hacia los lados, hacia arriba y por las ventanas.

-Espero que aun pueda hacer esto –Dijo cerrando los ojos. Y juntando sus manos en su pecho. El niño lo miraba con curiosidad. Una ráfaga de viento se levantó proveniente del sujeto. Luego la nieve que estaba junto a él comenzó a hacerse mas blanca, luego se comenzó a derretir. –No te acerques. –Advirtió al pequeño, que empezaba a sentir el calor, que el hombre producía, con ganas de acercarse. El hombre separó las manos de su pecho y abrió los ojos. Una pequeña perla brillante permanecía en sus manos. – ¡Esto no nos sirve para nada! –Gritó y arrojó la perla al suelo, la cual al impactarse con la nieve se convirtió en una llamarada blanca.

–Intentemos algo mas fácil. –Susurró el hombre tronándose los dedos y el cuello. Se agacho y tomo un poco de nieve entre sus manos. Cerró los ojos otra vez. El niño estaba expectante de lo que sucedería esta vez. Él agua que había quedado de la nieve derretida se empezó a acercar al hombre y a mojar sus zapatos, luego se hizo hielo que quedo pegado a sus zapatos y pantalón. La nieve, que en las manos del hombre yacía, empezó a tornarse mas oscura y mas oscura hasta llegar a ser completamente negra. –Tampoco sirve… -Dijo después de abrir los ojos arrojando la nieve negra al suelo, que al tocar la nieve se evaporó. –Estamos completamente desarmados. –Dijo lentamente el hombre

-¿Y el cuchillito que tienes? –Preguntó el niño

-No sirve para lo que quisiera. –Contestó reflexivo. –Quiero que sepas, que… no importa lo que pase, no puedes morir. Eres muy importante, si murieras…

-¿Me voy a morir? –Preguntó el niño preocupado bajando la cabeza.

-No mira… -El hombre se hincó en la nieve, tomo la cara del niño y lo vio directamente a los ojos. –Esos hombres vienen por ti. Y no se van a detener ante nada. No les importa que seas un niño. Ellos vendrán y… Ah… Solo espero que sepan lo que están haciendo… -El hombre guardó silencio muy nervioso. Pensaba lo que le diría al niño. Era una situación complicada y no hallaba la forma de decirle que había personas que querían llevárselo para matarlo.

Un rayo cayó desde el cielo haciendo mucho ruido.

-Solo quiero que sepas que… No importa si yo muero… Tú tienes que escapar. No dejes que te atrapen… Corre lo mas rápido que puedas, escóndete… -Lo que el hombre quería decir no quería salir de su boca.

-¿Te vas a morir? –Pregunto triste el niño.

-No, no quiero… Pero pueden matarme… Si no lo hacen y… y te llevan con ellos… Voy a ir a donde sea necesario para traerte de vuelta… ¿Okay?

-Bueno –Dijo el niño sin entender de lo que el hombre hablaba. El hombre abrazó al niño y soltó una lágrima.

Ese hombre no sabía porque, pero sabía que ese niño era algo demasiado importante para dejar que cualquiera se lo llevara. Además la nota decía “Es tu turno”.

El hombre se puso de pie y los dos siguieron caminando rápidamente. El ambiente se convirtió en una tormenta de nieve completa. Por suerte el niño traía puesta la chamarra de él. El cielo se llenó también de truenos y rayos. Había una inminente tormenta eléctrica junto con la tormenta de nieve que ya había empezado.

Ruidos en las esquinas, personas sospechosas, sombras; todo ponía nervioso al hombre. Una presencia no ordinaria hizo que el hombre se percatara de que ya los estaban siguiendo. Cruzaron una estrecha calle esquivando a los carros. Y se internaron en una red de callejones conectados entre edificios.

El hombre hurgó un bote de basura y encontró una tabla de madera. La tomó y se escondieron en una esquina esperando a que quien los seguía pasara. Y justo de la manera que el hombre esperaba, otro más entró al callejón para alcanzarlos. El hombre aprovechó el momento para propinarle un golpe justo entre los ojos con la tabla. Lo golpeó una y otra vez hasta que este quedó inconciente. Luego busco en el cuerpo del hombre alguna navaja o algún objeto que pudiese servir de arma, y encontró para su sorpresa un arma de fuego.

El hombre tomó al niño de la mano una vez mas y corrió para salir del callejón jalando al niño. Al salir del callejón se movían cautelosamente entre las sombras de los edificios y los automóviles. Tras algunas calles de huir y esconderse, llegaron a la plaza principal de todo el pequeño pueblo. Había varios puestos ambulantes de comida y de dulces varios.

-¿Me compras un churro? –Preguntó el niño al hombre. El hombre pensó que en presencia de tanta gente, no podrían atacarlos. El hombre sacó dinero del bolsillo. Recordó la extraña manera en que lo había conseguido, por una anciana que se lo había obsequiado, cuando él lo que buscaba era un lugar donde dormir. El vendedor de churros, un anciano que parecía olvidado entre las escasas personas, le cobró el churro al hombre y este se lo dio al niño.

El hombre sabía que lo mas seguro era que llegaran a algún lugar donde pudieran quedarse, antes de que el reloj marcara las doce. Pero en cualquier lugar los podrían encontrar fácilmente, por lo que lo mejor era salir del pueblo lo antes posible. Así que decidido, el hombre salió de la plaza, con el niño detrás, escondiéndose entre sombras y moviéndose los mas rápido que podían.

Cada ventana que dejaba luz salir, era peligrosa para su camuflaje, cada rayo de luz que salía de un faro cercano, era un enemigo que podría ayudar a quienes quieran que fueran los que los seguían. Pronto se alejaron de la plaza y hasta el hombre comenzó a creer que lo lograrían.

Un hombre de vestiduras blancas salió de la vuelta de una esquina y plantó sus pies en el frío concreto cubierto de nieve, justo en medio del camino que el hombre y el niño seguían, estos últimos se detuvieron. El hombre tomó fuertemente la pistola, el niño se refugió detrás del hombre, y el otro hombre no hacía absolutamente ningún movimiento, su cara quedó cubierta por las sombras de la noche.

Unos momentos permanecieron así, hasta que el hombre decidió no arriesgarse. Un disparo desató el embrollo. El otro hombre cayo de bruces en la nieve, el hombre se apresuro a seguir caminando, pero se detuvo al notar que el niño no lo seguía. Se giró y vio a otro individuo, de atuendos también blancos, que se estaba llevando al niño. Otro disparo fue suficiente para neutralizar al susodicho.

Repentinamente, todo el lugar se llenó de personas que vestían de blanco y estaban armados. Rápidamente contó a diez individuos, no podía escapar, y solo miraba de un lado a otro escudriñando al grupo de hombres en blanco, mientras buscaba proteger al niño.

Uno de los hombres de blanco, se acercó al hombre. Sonrió un poco y se acercó lo suficiente para hablar cordialmente.

-Ya no puedes escapar. Nos vamos a llevar al niño, así que mejor coopera. –El hombre permaneció callado y con mirada desafiante. El otro hombre se volteó e hizo una seña a otros dos para que se acercaran, momento que el hombre aprovechó para dispararle en la cabeza. Luego, como pudo, abrazó al niño y se lanzó a través de la ventana mas cercana, rompiéndola, mientras los otros le disparaban.

Una habitación muy oscura que tenía una cama al centro y triques por todos lados. El hombre corrió hacia la puerta empujando al niño, salieron de la habitación y cerró la puerta tras de sí. Una mujer estaba parada allí, en el pasillo al que habían salido, ambos la miraron y no dijeron nada. Luego el hombre le apuntó con el arma.

-¡Escóndase! ¡Escóndase o los que me siguen la matarán! –La mujer corrió rápidamente y se encerró tras una puerta.

La puerta de la habitación se abrió violentamente, y uno de los hombres de blanco detrás de esta recibió un puñetazo en la cara que el hombre ya había preparado, luego le disparó en el suelo, y con increíble velocidad, a los otros tres hombres que estaban en la habitación, sin darles oportunidad de defenderse.

Luego esperaron unos momentos dentro de la casa, expectantes de si otro hombre entraría a la casa. Pero nadie mas entró. Así que buscaron una entrada trasera que la casa no tenía, al encontrarse con esto, el hombre no tuvo mas remedio que salir por la puerta principal. No había nadie afuera.

Con cautela salieron, el hombre apuntando hacia todos lados, el niño detrás del hombre. Parecía ser que los restantes cinco hombres se hubiesen esfumado, porque ni siquiera había pisadas.

Un golpe en la nuca hizo caer al hombre en la nieve desprendiéndose de su arma. Volteó y vio a los cinco hombres faltantes en los tejados. De un salto, uno de los hombres bajó y tomó el arma del hombre que yacía a unos escasos metros y le apunto con esta.

Cuando estuvieron todos en el suelo, tomaron al niño, el cual suplicaba por su libertad desesperadamente.

-¡Déjenlo ir! –Gritó el hombre

El niño hizo un movimiento con su pequeño brazo para liberarse de su raptor, y logró soltarse, comenzó a correr, pero otro hombre se abalanzó sobre él. Cayeron al suelo, y una vez allí, el niño pateó la cara del sujeto para alejarlo, y luego le dio un golpe con la mano abierta justo en el pecho. Una flash se produjo desde el pecho del hombre, que salió inmediatamente despedido hasta una pared cercana en la cual impactó salpicando de sangre el suelo y a los demás individuos.

El niño rompió a llorar en el suelo. El hombre saltó hasta donde estaba el niño y lo abrazó, muchísima nieve se levantó y los cubrió haciendo una pared con el hielo.

-Voy a ir por ti, te lo prometo. –Dijo el hombre abrazando al niño. Luego lo soltó, el niño se limpió las lágrimas de los ojos.

El hielo se desquebrajó y cayó delante de los hombres de blanco, los cuales vieron al niño yaciendo hincado en la nieve, sin absolutamente nadie alrededor mas que los hombres de blanco.

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13 de febrero de 2008

12 de Febrero

12 de Febrero

Iba caminando por la calle, sin hablar, sin pensar. Sintiendo mucha ira que alimentaba la oscuridad que en mi alma se almacena. Los edificios parecían caminar a mi lado en vez de yo a suyo. El cielo estaba muy liquido y los árboles susurraban cosas cuando yo pasaba. Todos los carros tenían forma de flores y las flores de pequeñas taches que cantaban.


Me dolían un poco los ojos, estaba conciente de que estaban rojos, y que no me podía equilibrar bien. Las personas me miraban extrañadas al pasar, yo lo sabía, pero tenían caras de delfines y gatos. “Quizá sea el cigarro” pensé viendo como humeaba sostenido entre mis labios.


Sabía que la realidad no me engatusaba sino mi propia mente, pues aún mantenía un poco de la abundante conciencia que presumo poseer. No sentía dolor físico, ni ningún miedo, pero abundaba en mí la tristeza, el odio, la desesperación y la soledad.


Llegué a mi destino, una casa verde que intermitentemente se hacía amarilla. Toque el timbre con seguridad y luego esperé un poco de tiempo. Un sujeto barbado y con tatuajes salió a recibirme.

– ¿Quién eres tú? –Dijo fríamente el individuo.

– Te traigo tu paquete –Dije sin dejar que el cigarro se cayera de mi boca.

– ¿Eres “D”? –Preguntó después de un segundo de mirarme.

– Si, ¿Tu eres “Mau”? –Dije después de aspirar el humo del cigarro.

– Si. –Dijo entre risa y risa.

¿De que carajos te ríes? –Pregunté mirando con desprecio su cara de delfín.

– Eres mucho mas joven de lo que recuerdo –dijo riéndose.

¿Me conoces? –Pregunté impresionado.

Hace algún tiempo me encargaron vigilarte.

¿Cuando? –Pregunté mirando como una de las paredes de la casa se veía como el mar en una tormenta. Luego me perdí en una mariposa que jugueteaba con un bote de basura y como una de las ventanas conversaba animada sobre sus aventuras en Irlanda y en las Malvinas.


Una hoguera en el cielo daba luz en mis ojos, y arañas se acercaban a jugar con las montañas. Mujeres danzaban a mi alrededor y tocaban sensualmente mi cuerpo. Mi mirado no podía mantenerse fija en un lugar, mientras mi cuerpo sentía placer.


Repentinamente miré al centro de la calle. Allí en medio de ese río de piedritas, estaba parada la persona que desde hace días he observado, mirando con distracción las nubes anaranjadas. Su piel brillaba y su pelo se agitaba lentamente con la brisa. Su mano tan quieta parecía ser más bella que aquella ocasión en la que escribía. Luego bajo la mirada y me sonrió. Sin más mi pie dio un paso instintivo hacia delante.


¡Hey! ¡Aquí! ¿Me oyes? –Dijo “Mau” desmembrando sangrientamente mi visión y reincorporándome en la realidad. Su cara regordeta me veía con curiosidad.

¿Tienes el dinero? –Pregunté fingiendo.

¿Te drogaste? –Preguntó con la misma cara de curiosidad

¿Tienes el dinero? –Repetí sin intenciones de responder a su pregunta. Esta vez las palabras resonaron dentro de mi mente haciendo un eco molesto. “¿Tienes el dinero?” “¿Tienes el dinTienes el dinerodinero?” “Titienes el dintienes elnero dintienes el dinero?”

Si. ¿Qué rayos te metiste?

No se que era. ¿Donde esta el dinero?

Sígueme. –Dijo y lo seguí dentro de la casa de color amarillo-verde que parecía tambalearse mientras entraba en su garganta. Pronto pude escuchar sonidos alucinantes, que estremecían todo de una manera rítmica y lo hacían mas placentero. –Ignora a todos los drogados. –Dijo sin voltear a verme el cara de delfín “Mau”

Bueno –Dije sin prestar atención a los demas delfines que se retorcían en los suelos de chocolate. Luego bajamos unas escaleras cubiertas de serpientes negras y él encendió un bombillo de corazones. Se acercó a una esquina, movió algunas barras de pan gigantescas y algunas rebanadas que quedaron por allí y sacó una llave con pequeñas alas que trataba de escapar pero no podía.

Ven, está en un locker en la casa de un vecino. –Dijo subiendo las escaleras.


La luz del sol golpeo mis ojos como cualquier padre maltratando a sus hijos. Dejé de oír la hermosa música placentera.

Supe que se murió tu novia. –Comentó el iluso delfín.

Si, hace mas de un año. –Respondí mirándolo con asco.

¿Tanto? No… no fue hace tanto… -Dijo él seguro de sí mismo.

Si. En noviembre cumplió un año. –Explique mirando como las piedritas se movían bajo mis pies. Una gotita callo encima de mi ojo, y luego resbaló por mi mejilla. Y luego sucedió lo mismo en el otro ojo. Me sentía mas solo que nunca. Mas desesperado que nunca. Mas odiado por el mundo que nunca. Quería darle un puñetazo a la primera cara humana que viera. Destripar al primer caballo que viera. Matar y aplastar mis piernas y brazos y luego cortarme el cuello con los huesos rotos.

Ah… Si. Que lastima, estaba muy buena –Dijo haciendo un gesto de tamaño con las manos. –Si no hubiera sido de la mierda esa gubernamental, seguramente sería una de mis perras y la tendría en mi cama todos los días. –Afirmó la asquerosa cara de delfín que a mi lado caminaba. Mis ojos se empezaron a salir de sus orbitas. –Pero pos se murió la muy puta… -Continuó el susodicho.

¿En cual casa está el dinero? –Interrumpí.

Ah… en esa de allí. –Dijo señalando una casa tétrica que reía todo el tiempo. Luego se produjo un silencio que solo era perturbado por la risa de la casa y de algunos niños tortuga que jugaban cerca.

Bueno, te espero afuera. –Dije cuando llegamos a la casa.

´Ta bueno, ay vengo. –Dijo apresurándose a entrar en la boca llena de dientes filosos que la casa tenía por puerta.


Quité el seguro al arma que traía, y luego me agaché y saqué una caja negra de mediano tamaño de mi mochila que solo se quejaba de que le hurgase el estomago. Mas gotitas cayeron en mis ojos para luego caer sobre las asustadas piedritas que estaban bajo mis pies.


Vi a “Mau” salir de la boca de la casa que ahora cantaba. Traía una bolsita de papel en una de las manos. Se me acercó e intercambiamos la caja por la bolsa.

¿Qué me conseguiste? –Preguntó “Mau”. Lo ignoré, saqué uno de los cuatro fajos de billetes que había en la bolsa. Comencé a contar los billetes con rapidez sin siquiera mirar si había alguien mirándome.

¡¿Es una cuarenta y seis?! –Preguntó impresionado abriendo la caja.

No –Respondí mientras contaba los azules billetes que se quejaban cada que pasaba uno. –Es una cuarenta y ocho.

¡¿Cuarenta y ocho?! –Volvió a preguntar impresionado.

Si –Respondí

Hermosa… Es hasta sexy… ¿A quien mataste para conseguir esto? –Preguntó mas calmado.

A mucha gente –Dije mientras de reojo notaba como acariciaba la plateada pistola dentro de la caja.

Hermano… Gracias –Dijo mirándome. Eran cuarenta y cinco billetes de quinientos pesos, supuse que los otros fajos tendrían la misma cantidad.

Te la estoy dando muy barata, así que cuídala. –Guardé el dinero en la bolsa y arrugue la bolsa en mis manos. –Esas cuestan por lo menos el triple.

Lo sé. ¡Oye nena! –Le gritó a una mujer azulosa con vaga ropa que estaba junto a la puerta, también con cara de delfín. –Mete esto a la casa, ponlo en mi oficina. La mujer caminó lentamente, tomó la caja y regresó a la casa.


¿Y no te has conseguido a nadie mas? –Preguntó el hombre mirándome directamente a los ojos. Yo permanecí callado, mirándolo con odio. Aspiré por última vez el cigarro y lo lancé, pero este se detuvo en medio vuelo y se quedó flotando inmóvil. Ante la tensión de mi mirada añadió mas palabras a su oferta. –Porque yo tengo algunas putas… Te podría prestar alguna… Si quieres. Y también tengo mercancía de calidad muy ´bara…

Me das asco… -Dije despectivamente, luego saqué el arma que estaba agarrada de mi cinturón y le disparé justo en el ojo izquierdo salpicándome de sangre. Me limpié la sangre con la mano y luego lo vi yacer en la acera a mis pies. Su sangre se desparramaba por todo el suelo y su materia negra se hacía visible por el agujero que se le hizo en la nuca.


Le puse el seguro a la pistola otra vez y me la puse justo en donde antes estaba, cerré la boca de mi mochila y me la subí a la espalda. Saqué los fajos de dinero y le repartí uno a cada uno de los niños tortuga que me miraron con miedo algunas casas mas adelante. Llegué a la esquina de la calle donde topaba con la avenida. Todos los grandes edificios rugían. Me sentía solitario y triste. No podía dejar de sentir esas gotitas cayendo por mis ojos. Deseaba que ese disparo hubiera entrado en mi cabeza y no en la de él. Divagaba en la confusión del momento y en porque la persona pasada había murto y porque la actual debía estar alejada. La oferta que ofreció parecía tentadora, ¿Por qué no la había tomado? ¿Por qué me negaba a olvidar?


Encendí otro cigarro y le prendí fuego a la bolsa de papel, luego me dedique a observar como se consumía por el poder de los violetas fuegos danzantes, que junto con las taches de las flores ahora cantaban. “Iré a un oxxo, me lavaré la cara y la camisa y volveré a mi casa.” Pensé mientras la antorcha del cielo se escondía tras el mundo…

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7 de febrero de 2008

Borrando Huellas - Capítulo 8 - Mi Rapto

Mi Rapto

¿Qué pasó? –Dije abriendo lentamente los ojos mirando el estrellado cielo…

Erika te golpeó la nuca y te desmayaste, luego te subimos al carro y estamos acampando… ¿Recuerdas Algo de lo que pasó en la torre? –Dijo un hombre arrodillado junto a mí. Estaba oscuro y solo podía ver gracias a la vaga luz que venía de una fogata cercana. Me senté en la tierra.

Si… –Dije confundido y con gran dolor en la nuca. Había una mujer pelirroja sentada a unos metros comiendo algo de una lata junto a la fogata. Sentado junto a ella, un hombre clavo de estatura reducida, muy musculoso, también comiendo. –Lo recuerdo todo… -Dije sin reconocer el lugar.

Maldita sea ¡Lo sabia!... ¡Oye Remi! ¡Me debes doscientos, lo recuerda todo! –Gritó excitado el hombre.

¡Carajo! Erika… ¿Se puede preguntar como haces para dar en el punto exacto y con la fuerza exacta para que nunca olviden nada? –Preguntó el hombre que estaba sentado junto a la mujer. Que en ausencia de otra persona del sexo femenino, supuse era Erika.

Algo de precisión, practica y un pequeño toque femenino… -Dijo ella sonriendo.

Enséñame como hacerlo –Suplico el hombre a su lado.

Lo siento, ese es mi estilo y no te voy a dejar copiarlo. ¿Entonces ya se despertó?

Si. ¿Dónde está Leo? –Preguntó el hombre. Erika dejó la lata a un lado, se paró y se encaminó hacia mí.

Fue a orinar al bosque. –Dijo Erika al tiempo que se sentaba en la tierra. El otro hombre se paró y fue a comer junto a la fogata. Erika poseía una mirada severa que no había notado antes, y su voz ahora parecía mas ronca que madura. Estaba vestida con ropas color negro con gris al igual que los demás, solo que no había podido prestarles la atención suficiente en el momento en que me sacaron de la torre. Portaba dos pistolas de mango muy largo, como la que Zaro tenía, una en cada costado.

¿Dormiste bien? –Preguntó sarcásticamente.

Si… -Contesté sin mucho ánimo. -¿Quiénes son ustedes?

Tranquilo, somos el lado bueno –Contestó rápidamente.

¿Puedes caminar?

Creo que si

¿Disparar un arma?

Supongo

Perfecto. ¡¿Tienen sueño?! –Gritó volteando a ver a los dos hombres junto a la fogata.

Un poco –Respondió uno de los hombres, el otro solo siguió comiendo.

Pues no me importa. Empiecen a recoger, nos vamos.

¿Qué? ¿Por qué tan pronto? –Renegó el hombre calvo.

Porque yo digo.

¿Y Leo? –Preguntó el otro hombre

Bueno… -Dijo reflexiva. –Pueden seguir comiendo mientras llega, pero… ¿Saben que? Olvídenlo. –Añadió señalando entre los árboles a un hombre que venía caminando plácidamente por el bosque.

¿Qué? –Preguntó el hombre al llegar cerca de la fogata, pues todos lo estábamos mirando.

Bueno nenas, ahora si, recojan todo y vamos al coche. –Dijo Erika agresivamente.



¡Espera! –Exclamé al ver que todos se empezaban a mover.

¿Qué? –Preguntó Erika, nadie mas se inmutó, sino que comenzaron a recoger basura y comida.

Pues… no lo se… ¿Quiénes son ustedes? –Pregunté una vez mas.

Ah si, mira: El calvito es Remi. El de lentes que acaba de llegar, es Leo. El otro es Romblunderk, pero le decimos Rom. Y yo soy Erika. –Dijo señalando a cada uno de los hombres.

Bueno, y ¿A dónde me llevan?

A una base de protección militar.

¿Y como llegue aquí? –Pregunté con ansias

Eh… Pues… Eso te lo van a explicar allá, alguien mas, no yo. Esa no es mi misión. –Dijo sin mirarme a los ojos pero muy segura de lo que decía.

No. Si quieres que valla con ustedes, me dirás. –Aclaré. En ese momento Erika me miro directamente a los ojos con una mirada asesina.

No, vendrás con nosotros y allá te lo explicaremos todo. –Dijo sin moverse ni un centímetro ni parpadear. Me percaté de que los demás estaban mirándonos.

Está bien. –Dije desviando la mirada. Todos se siguieron moviendo instantáneamente. Erika se quedo con la mirada clavada en mí durante largos segundos y después se giró. En ese momento, una de mis escurridizas manos tomó una de las pistolas en sus costados y le apunté. Ella se detuvo y me miro sobre el hombro.

Ya me harté de que me digan que hacer y que no hacer. Me trajeron aquí a fuerzas, y ahora me vas a explicar lo que yo te pregunte. –Le susurré.

Está bien. ¡Recojan todo y espérennos en el carro! No tardaremos mucho –Dijo a los demás sin aparente preocupación en la voz.



Caminamos un poco en el bosque, y muy cerca, bajo unas gigantescas rocas, había tres tiendas pequeñas, y no muy lejos estaba una camioneta militar pintada de camuflaje. Nos acercamos a las rocas y ella comenzó a recoger las tiendas.

¿Qué quieres saber? –Pregunto muy despreocupada.

Primero, ¿Dónde estamos? –Pregunté rápidamente.

Es un mundo distinto al que conoces.

¿Qué?

Un mundo diferente, alguien nos dijo que vendrías y nos enviaron a recogerte, pero tuvimos algo de problemas con la ubicación. Gracias a Dios llegamos a tiempo. –Dijo sin mirarme mientras recogía la primera tienda. La idea no se concebía en mi mente. Era algo incomprensible.

¿Cómo que otro mundo?

Mmm… ¿Cómo lo entenderás? Como… Otra dimensión. Como un mundo paralelo al que conoces.

¿Cómo llegué?

Pues, para ser sincera, eso es física, y yo repruebo esa materia todo el tiempo.

¿Física? –Pregunté atónito.

Si, algo de la luz y los átomos y la electricidad y puertas dimensionales… Nunca lo entendí muy bien. –Aún mi mente no concebía esa información. Era algo que no le sucedía a cualquier persona todos los días.

Son tres tiendas, y ustedes son cuatro…

Yo duermo en el coche. Es mas cómodo que la tierra, y tengo prestigio por ser mujer. –Dijo sonriendo.

Y ¿Qué son ustedes? ¿Una especie de equipo de rescate?

En parte, somos un equipo táctico de recuperación. Casi siempre somos enviados a buscar objetos en muchas partes. Y te tocaba ser recogido.

Vi una cosa… que volaba… Negra y que mataba muy feo…

Un espectro de sombra. Eso no se explicarlo, solo sé que es una sombra. Y nosotros estamos en guerra contra ellos…

Pero yo solo vi una de esas cosas, los demás eran humanos comunes.

Es que eso era un espectro de sombra. Una sombra que ha mutado en algo diferente. Las sombras tienen el mismo aspecto que tu y yo.

Y si esas son sombras, ¿Tu que eres?

Ah… -Suspiró y volteó a verme. Sostuve el arma apuntándola, aún con mas fuerza. –Soy un corazón de luz…

¿Corazón de luz?

Es una raza. Tú eres humano, creo. –Terminó de recoger la primera tienda y caminamos hacia la segunda.

¿Por qué no recuerdo nada de mi vida o mi nombre, mi familia, ni nada de eso?

No lo se, pero a todos nos pasa. A mi me pasó la primera vez que vine.

¿Quién es Zaro? –Pregunté después de unos segundos de pensar en lo anterior.

Caos, es una sombra, eso creo, ha estado causando algunos problemas en los últimos días. –Dijo después de suspirar.

¿Y por qué me quería a mi? –Pregunté buscando la mirada de Erika, pero esta estaba muy concentrada en recoger las tiendas.

Ni idea, pero supongo que eso te lo dijo a ti ¿No? –No quise pensar al respecto, ni sobre la muerte de Nauru, ni la espada, ni nada relacionado con la torre. –Mira, todas estas cosas te las puedo decir cuando sea, pero solo necesito que no estén los demás, pues dos de ellos no saben de esto, y Leo quiere mantener un perfil bajo, así que mejor ayúdame con la tienda de allá. –Dijo señalando la tienda faltante. Era ilógico que una persona siendo amenazada con un arma, estuviera tan tranquila como para hablarle de ese modo a su amenazante. Baje la mirada hacia el arma sin entender lo que sucedía. –Tiene puesto el seguro, y tampoco tiene balas, las tengo en el bolsillo –Comentó ella una fracción de segundo después de ver mi reacción. Luego tomó el arma y la volvió a colocar en el cinturón que traía. – ¿Me ayudas o que?



Recogimos la tienda restante y la llevamos desarmada junto con las otras dos a la camioneta, donde los otros cuatro individuos esperaban. La camioneta de colores verdes y negro, no tenía ni puertas ni techo. También tenía colgada detrás una llanta de refacción y muchos faros en la parte delantera. Muy parecida a los clásicos Jeep usados en la guerra, excepto por el hecho de que no era Jeep, sino una SUV modificada.



Ya estaba muy oscuro. “Será mas difícil que nos vean” dijo Erika, sin embargo, yo tenía la certeza de que chocaríamos contra algo. Me dieron un rifle de asalto, o metralleta (como yo la conocía en aquel entonces) y partimos muy lentamente para evitar los árboles.



Una vez que salimos al desierto que compartía territorio con el bosque, Leo aceleró y pude ver la torre muy lejos de allí. Parecía brillar incluso en medio de la oscuridad, como un foco que no solo expandía su luz, sino que parecía engullirse la oscuridad circundante.



Fue un camino calmado en medio de la oscuridad. Nos guiábamos con una brújula hacia el sur. Y el desierto parecía ser eterno incluso a la elevada velocidad a la que íbamos. A algunas horas de camino, nos detuvimos en un oasis para recoger agua. Luego seguimos… Poco tiempo después de ello, Morfeo me tomo entre sus brazos y quedé en un estado de sueño muy incomodo, pues me despertaba cada minuto para revisar que nadie me estuviese asesinando. Los demás, que viajaban en completo silencio, parecían entrenados para no dormir y estar en un completo estado de alerta todo el tiempo.



Me despertaron al amanecer. El vehiculo no había parado desde el oasis, y aún lo único a la vista era arena.

–Agarra bien tu arma chico, mas adelante la tendrás que usar. –Advirtió Remi conduciendo con una mano y sosteniendo un rifle con la otra. A lo lejos divisé pequeñas manchas que parecían muchas ser personas que se acercaban a nosotros entre las nubes de arena que se levantaban con el viento. Todos tomaron sus ametralladoras y les apuntaron.



En pocos segundos estaban lo suficientemente cerca para acertar un disparo. Pero todos bajaron sus armas al ver que los individuos no tenían intenciones de atacarnos, ni siquiera poseían algo que pudiera ser usado como arma. Al contrario, pedían ayuda. Eran solo mujeres y niños, algunos con abundantes ropas que les cubrían desde la cabeza hasta las puntas de los pies solo dejando al descubierto sus caras, otros mas completamente desnudos. Pero todos gemían y gritaban por igual.



Al acercarnos, Leo, que conducía, bajó drásticamente la velocidad para evitar pasar las ruedas sobre alguno de ellos. Muchos nos ignoraron al pasar, otros en cambio luchaban por montarse en el auto, y Remi, Erika, Leo y Rom, evitaban que estos subieran, ya fuese amenazándolos con las armas, empujándolos o hasta golpeándolos. Todas las personas de allí parecían estar desesperadas caminando sin ningún rumbo.



Luego comencé a fijarme mejor. Muchas de las mujeres que se acercaban, estaban sangrando de las manos y de la cara, o eso era lo que se alcanzaba a ver por las abundantes ropas, y también la arena estaba repleta de sangre. Llagados por todas partes, algunos no se movían ni siquiera, tirados en la arena; otros más, daban la apariencia de estar muertos en vida. Yo hubiera dicho que padecían de una enfermedad tan contagiosa como la lepra, pero no todos tenían la enfermedad, había algunos que no mostraban heridas, y solo permanecían en un estado catatónico; otros parecían completamente locos; y había otros que estaban, con certeza, muertos.



Salimos en unos minutos de allí y Leo volvió a acelerar.

– ¿Cuánto tiempo falta para llegar? –Pregunté insultando al sol dentro de mi mente por el extenuante calor que me hacía pasar en esos momentos.

¿A esta velocidad? Un día, quizá mas… -Respondió Leo

¿¡Qué!? ¿¡Un día!? –Pregunté algo molesto

Dependiendo de cómo estén las dunas mas adelante, donde sí hay dunas. –Dijo Erika sin mirarme. Me quedé en silencio otro rato mas, hasta que mi estomago emitió un rugido…

Ah… Muero de hambre… -Comenté agarrándome la panza.

Hay comida en la maleta verde –Dijo Rom señalando una de las maletas –solo que estará fría.

No importa… –Dije antes de tomar la mochila y hurgar en ella. Lo único que encontré, que no necesitaba ser calentado para ser consumible o que no necesitaba de un abrelatas para comerse, fueron unas bolsas de frituras, las cuales abrí y comí en silencio; no eran muy buenas, pero eran comida. Ninguna de las otras cuatro personas me pidió una sola… Eran las personas mas extrañas que había conocido en mi vida. Guardaban silencio todo el tiempo y estaban atentos a todo, nunca bostezaban, a pesar de no haber dormido en toda la noche, no hacían nada exceptuando mirar por la ventana atentos con arma en mano.



–Leo, veo un carro allá adelante. –Dijo Erika. Leo frenó el auto violentamente, puso una rodilla derecha en el asiento y el pie izquierdo en el piso del carro, tomo fuertemente su rifle, y sin siquiera tomarse el tiempo de apuntar, disparó. Apenas mi mirada se había centrado en el auto que muy lejos por delante se movía, y este perdió el control y volcó. Pocas personas salieron del automóvil, y Leo, al igual que la última vez: sin apuntar, acertó una bala en un individuo, luego en otro y en otro último también.



Después de acercarnos al auto, Erika bajó de la camioneta.

–Remi viene conmigo, los demás abran los ojos por si alguien viene. –Indicó Erika. Ambos fueron cuidadosos hacia el auto, los demás nos quedamos en la camioneta “vigilando” que nadie se acercara, pero yo no pude fijarme en otra cosa que no fuesen los cadáveres cercanos. Todos tenían el balazo en la cabeza, y había pedacitos de encéfalo cerca de uno de los cadáveres. Era increíble la forma en que sin apuntar, Leo había acertado 3 tiros a la cabeza a muchísima distancia.

Remi y Erika volvieron rápidamente y subieron al vehiculo.

–Nos van a seguir, había un localizador. Cuando los encuentren aquí, nos van a buscar. Esperemos que no sea pronto. –Comentó Remi mientras subía al auto.

– ¡Vámonos! –Ordenó Erika.


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