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Memoriasencadenadas

13 de febrero de 2008

12 de Febrero

12 de Febrero

Iba caminando por la calle, sin hablar, sin pensar. Sintiendo mucha ira que alimentaba la oscuridad que en mi alma se almacena. Los edificios parecían caminar a mi lado en vez de yo a suyo. El cielo estaba muy liquido y los árboles susurraban cosas cuando yo pasaba. Todos los carros tenían forma de flores y las flores de pequeñas taches que cantaban.


Me dolían un poco los ojos, estaba conciente de que estaban rojos, y que no me podía equilibrar bien. Las personas me miraban extrañadas al pasar, yo lo sabía, pero tenían caras de delfines y gatos. “Quizá sea el cigarro” pensé viendo como humeaba sostenido entre mis labios.


Sabía que la realidad no me engatusaba sino mi propia mente, pues aún mantenía un poco de la abundante conciencia que presumo poseer. No sentía dolor físico, ni ningún miedo, pero abundaba en mí la tristeza, el odio, la desesperación y la soledad.


Llegué a mi destino, una casa verde que intermitentemente se hacía amarilla. Toque el timbre con seguridad y luego esperé un poco de tiempo. Un sujeto barbado y con tatuajes salió a recibirme.

– ¿Quién eres tú? –Dijo fríamente el individuo.

– Te traigo tu paquete –Dije sin dejar que el cigarro se cayera de mi boca.

– ¿Eres “D”? –Preguntó después de un segundo de mirarme.

– Si, ¿Tu eres “Mau”? –Dije después de aspirar el humo del cigarro.

– Si. –Dijo entre risa y risa.

¿De que carajos te ríes? –Pregunté mirando con desprecio su cara de delfín.

– Eres mucho mas joven de lo que recuerdo –dijo riéndose.

¿Me conoces? –Pregunté impresionado.

Hace algún tiempo me encargaron vigilarte.

¿Cuando? –Pregunté mirando como una de las paredes de la casa se veía como el mar en una tormenta. Luego me perdí en una mariposa que jugueteaba con un bote de basura y como una de las ventanas conversaba animada sobre sus aventuras en Irlanda y en las Malvinas.


Una hoguera en el cielo daba luz en mis ojos, y arañas se acercaban a jugar con las montañas. Mujeres danzaban a mi alrededor y tocaban sensualmente mi cuerpo. Mi mirado no podía mantenerse fija en un lugar, mientras mi cuerpo sentía placer.


Repentinamente miré al centro de la calle. Allí en medio de ese río de piedritas, estaba parada la persona que desde hace días he observado, mirando con distracción las nubes anaranjadas. Su piel brillaba y su pelo se agitaba lentamente con la brisa. Su mano tan quieta parecía ser más bella que aquella ocasión en la que escribía. Luego bajo la mirada y me sonrió. Sin más mi pie dio un paso instintivo hacia delante.


¡Hey! ¡Aquí! ¿Me oyes? –Dijo “Mau” desmembrando sangrientamente mi visión y reincorporándome en la realidad. Su cara regordeta me veía con curiosidad.

¿Tienes el dinero? –Pregunté fingiendo.

¿Te drogaste? –Preguntó con la misma cara de curiosidad

¿Tienes el dinero? –Repetí sin intenciones de responder a su pregunta. Esta vez las palabras resonaron dentro de mi mente haciendo un eco molesto. “¿Tienes el dinero?” “¿Tienes el dinTienes el dinerodinero?” “Titienes el dintienes elnero dintienes el dinero?”

Si. ¿Qué rayos te metiste?

No se que era. ¿Donde esta el dinero?

Sígueme. –Dijo y lo seguí dentro de la casa de color amarillo-verde que parecía tambalearse mientras entraba en su garganta. Pronto pude escuchar sonidos alucinantes, que estremecían todo de una manera rítmica y lo hacían mas placentero. –Ignora a todos los drogados. –Dijo sin voltear a verme el cara de delfín “Mau”

Bueno –Dije sin prestar atención a los demas delfines que se retorcían en los suelos de chocolate. Luego bajamos unas escaleras cubiertas de serpientes negras y él encendió un bombillo de corazones. Se acercó a una esquina, movió algunas barras de pan gigantescas y algunas rebanadas que quedaron por allí y sacó una llave con pequeñas alas que trataba de escapar pero no podía.

Ven, está en un locker en la casa de un vecino. –Dijo subiendo las escaleras.


La luz del sol golpeo mis ojos como cualquier padre maltratando a sus hijos. Dejé de oír la hermosa música placentera.

Supe que se murió tu novia. –Comentó el iluso delfín.

Si, hace mas de un año. –Respondí mirándolo con asco.

¿Tanto? No… no fue hace tanto… -Dijo él seguro de sí mismo.

Si. En noviembre cumplió un año. –Explique mirando como las piedritas se movían bajo mis pies. Una gotita callo encima de mi ojo, y luego resbaló por mi mejilla. Y luego sucedió lo mismo en el otro ojo. Me sentía mas solo que nunca. Mas desesperado que nunca. Mas odiado por el mundo que nunca. Quería darle un puñetazo a la primera cara humana que viera. Destripar al primer caballo que viera. Matar y aplastar mis piernas y brazos y luego cortarme el cuello con los huesos rotos.

Ah… Si. Que lastima, estaba muy buena –Dijo haciendo un gesto de tamaño con las manos. –Si no hubiera sido de la mierda esa gubernamental, seguramente sería una de mis perras y la tendría en mi cama todos los días. –Afirmó la asquerosa cara de delfín que a mi lado caminaba. Mis ojos se empezaron a salir de sus orbitas. –Pero pos se murió la muy puta… -Continuó el susodicho.

¿En cual casa está el dinero? –Interrumpí.

Ah… en esa de allí. –Dijo señalando una casa tétrica que reía todo el tiempo. Luego se produjo un silencio que solo era perturbado por la risa de la casa y de algunos niños tortuga que jugaban cerca.

Bueno, te espero afuera. –Dije cuando llegamos a la casa.

´Ta bueno, ay vengo. –Dijo apresurándose a entrar en la boca llena de dientes filosos que la casa tenía por puerta.


Quité el seguro al arma que traía, y luego me agaché y saqué una caja negra de mediano tamaño de mi mochila que solo se quejaba de que le hurgase el estomago. Mas gotitas cayeron en mis ojos para luego caer sobre las asustadas piedritas que estaban bajo mis pies.


Vi a “Mau” salir de la boca de la casa que ahora cantaba. Traía una bolsita de papel en una de las manos. Se me acercó e intercambiamos la caja por la bolsa.

¿Qué me conseguiste? –Preguntó “Mau”. Lo ignoré, saqué uno de los cuatro fajos de billetes que había en la bolsa. Comencé a contar los billetes con rapidez sin siquiera mirar si había alguien mirándome.

¡¿Es una cuarenta y seis?! –Preguntó impresionado abriendo la caja.

No –Respondí mientras contaba los azules billetes que se quejaban cada que pasaba uno. –Es una cuarenta y ocho.

¡¿Cuarenta y ocho?! –Volvió a preguntar impresionado.

Si –Respondí

Hermosa… Es hasta sexy… ¿A quien mataste para conseguir esto? –Preguntó mas calmado.

A mucha gente –Dije mientras de reojo notaba como acariciaba la plateada pistola dentro de la caja.

Hermano… Gracias –Dijo mirándome. Eran cuarenta y cinco billetes de quinientos pesos, supuse que los otros fajos tendrían la misma cantidad.

Te la estoy dando muy barata, así que cuídala. –Guardé el dinero en la bolsa y arrugue la bolsa en mis manos. –Esas cuestan por lo menos el triple.

Lo sé. ¡Oye nena! –Le gritó a una mujer azulosa con vaga ropa que estaba junto a la puerta, también con cara de delfín. –Mete esto a la casa, ponlo en mi oficina. La mujer caminó lentamente, tomó la caja y regresó a la casa.


¿Y no te has conseguido a nadie mas? –Preguntó el hombre mirándome directamente a los ojos. Yo permanecí callado, mirándolo con odio. Aspiré por última vez el cigarro y lo lancé, pero este se detuvo en medio vuelo y se quedó flotando inmóvil. Ante la tensión de mi mirada añadió mas palabras a su oferta. –Porque yo tengo algunas putas… Te podría prestar alguna… Si quieres. Y también tengo mercancía de calidad muy ´bara…

Me das asco… -Dije despectivamente, luego saqué el arma que estaba agarrada de mi cinturón y le disparé justo en el ojo izquierdo salpicándome de sangre. Me limpié la sangre con la mano y luego lo vi yacer en la acera a mis pies. Su sangre se desparramaba por todo el suelo y su materia negra se hacía visible por el agujero que se le hizo en la nuca.


Le puse el seguro a la pistola otra vez y me la puse justo en donde antes estaba, cerré la boca de mi mochila y me la subí a la espalda. Saqué los fajos de dinero y le repartí uno a cada uno de los niños tortuga que me miraron con miedo algunas casas mas adelante. Llegué a la esquina de la calle donde topaba con la avenida. Todos los grandes edificios rugían. Me sentía solitario y triste. No podía dejar de sentir esas gotitas cayendo por mis ojos. Deseaba que ese disparo hubiera entrado en mi cabeza y no en la de él. Divagaba en la confusión del momento y en porque la persona pasada había murto y porque la actual debía estar alejada. La oferta que ofreció parecía tentadora, ¿Por qué no la había tomado? ¿Por qué me negaba a olvidar?


Encendí otro cigarro y le prendí fuego a la bolsa de papel, luego me dedique a observar como se consumía por el poder de los violetas fuegos danzantes, que junto con las taches de las flores ahora cantaban. “Iré a un oxxo, me lavaré la cara y la camisa y volveré a mi casa.” Pensé mientras la antorcha del cielo se escondía tras el mundo…

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3 Comentarios/Memorias:

Necro dijo...

vergas...lamento esa escena...pero me gusto el escrito... ahora se lo que le paso a aquel revolver...

RottenMilk dijo...

He, that was ... kind of ... wierd you know?
Esta raro, definitivamente parece que alguien bajo los efectos de ... no se, marihuana lo escribio.
Es interesante, no me disgusto, pero no se, es raro xD
Bueno, ya te deje comentario, asi me que me retiro.

Y no lo olviden:
Ke ViVa El MeTaL!¡

Soiral dijo...

... me gusto el escrito, raro y algo fumado...
aunque lamento que sea algo que te recuerde a ella y haga que tu tristeza se refleje en tus lagrimas.