Información Ocasional

¡Nuevo botón! (¡Actualícense!)
Reportar en caso de encontrar mensaje(s) ocultos.
Blog en proceso de recuperación
¿Faltas de ortografía? ¿Errores de estilo? Repórtalo en un comentario. Ayúdame a mejorar...

Mi botón

Memoriasencadenadas

7 de agosto de 2008

Petróleo Azul¨

Petróleo Azul¨



Sintió un ardor espeluznante en el cuello y se retorció para removerlo hasta abrir los ojos. Un gruñido escapó de su garganta quejándose por el dolor.

-Hola Dic. –Dijo rápidamente un hombre de pelo largo y enmarañado con lentes oscuros y sombrero pesquero sentado en una silla metálica mientras dejaba caer la colilla de cigarro con la que había despertado a Dic. Su rostro le hacía parecer de una edad aproximada a los setenta años, pero su atuendo, que consistía en una camisa negra mal abotonada debajo de una chamarra de cuero café muy ajustada, unos jerseys de mezclilla verdes y unos mocasines cafés que hacían perfecto juego con la chamarra, le hacían parecer un hombre queriendo aparentar menor edad.

-Hombre. ¡¿Qué carajos te sucede?! ¿Qué forma de despertar a alguien es esa? –Contestó Dic.

-Bueno, estaba aburrido. –Admitió el hombre encogiéndose de hombros.


El ambiente, inundado hasta el techo de humo de cigarro se sentía frío y sofocado, y el ventilador de tres aspas que giraba excesivamente lento colgando del techo solo arremolinaba el gris y lo expandía mucho más. La cama, en el centro de la habitación era de herrería oxidada y solo tenía un delgado colchón perforado y manchado con la sangre que surgía de quien en ella yacía: Dic.

La única y solitaria ventana que estaba frente a la cama, y que derramaba una escasa luz en la habitación, tenía el vidrio ya amarillezco y rebozarte de manchas oscuras, quizá por el paso del tiempo o por el constante contacto durante los años al humo de tabaco. No se podía ver a través de ella, pero hacía que la habitación se viera lúgubremente amarilla.

Muchísimas colillas de cigarro tiradas por aquí y por allá salpicaban abundantemente la raída alfombra roja que en las roturas dejaba ver un piso de madera maltratado y casi podrido. Lo único sobre el suelo de la habitación era la cama, la silla, un buró junto a la cama sobre el cual había una lámpara de pantalla también amarilla, y una guitarra negra con la caja rota.

Las paredes estaban forradas de papel tapiz verde adornado con florecillas, que a su vez estaba muy deteriorado, raído y manchado, e incluso arrancado en algunas partes, formaban una habitación perfectamente cuadrada. El material de construcción debajo del papel tapiz era negro también.

El techo blanco, liso y sin bombillo u orificio por donde este, o cualquier luz pudiera filtrarse.


Dic. se talló los ojos y tosió, y después de toser gruño otra vez por el dolor. Después trató de moverse pero algo se lo impidió. Miró a su alrededor con mucho dolor. Lo que vio no le gustó: sus dos amadas alas, clavadas con tres estacas cada una a la cama en la que yacía. La sangre ya coagulada se veía casi roja a comparación de las negras alas.

Trató de mover las alas, lo cual le produjo un intenso dolor en los orificios. Gritó, luego trató de contener el grito, pero este último ganó y continuó gritando. El dolor lo sofocaba, y la impresión lo hacía luchar más contra su cautivo estado. El otro hombre solo se tapaba los oídos y hacía muecas de aburrimiento.


-¡Ayúdame con esto! –Exigió. El otro hombre se encogió de hombros y levanto las palmas abiertas de las manos.

-Pero si pareces estarlo haciendo muy bien –Soltó sarcásticamente.

-¡Ahora! –Gruñó Dic. El otro hombre se puso de pié y lo miro mientras trataba de zafarse dolorosamente.

-Lo único que se me ocurre es jalarte. Pero quizá te mate. –Afirmó severamente.

-¿Bromeas? ¿Morir? ¡Cierra la boca y jálame ya! –Ordenó Dic. El otro hombre extendió los brazos y cada uno tomó las muñecas del otro. Jalaron al mismo tiempo y las alas se desgarraron hasta soltarse. La sangre brotó por montones de los orificios derramándose en el colchón.

El dolor inundó la habitación junto con un ligero aroma a sangre. La cama se tiñó de rojo rápidamente, y muchas gotas cayeron en el alfombrado suelo, y al impactar en el suelo se amortiguaban con el polvo y la mugre presentes.

Pasó un tiempo para que el ronco grito cesara. El hombre soltó los brazos Dic, quien suspiró y se incorporó lentamente. Luego miró a la ventana y caminó hacia ella haciendo que el suelo crujiera. Sus pisadas a pie desnudo marcaban el suelo quitándole el polvo y la mugre. Dic solo llevaba puestos unos pantaloncillos cortos ajustados muy ajustados y una camisa blanca hecha jirones, que mientras caminaba hacia la ventana se arrancó y lanzó a la cama.

-¿Cómo ha estado el mundo sin mi?

-Igual que estuvo siempre.

-¿Cuánto tiempo has estado aquí? –Preguntó Dic sin dignarse a ver a su compañero, y en lugar de ello centró la mirada en la ventana.

-¿En tiempo del mundo? Unos cuarenta años.

-¿Por qué no me habías despertado antes? –Dijo algo indignado.

-Tu padre me dijo que no lo hiciera, hasta que me aburriera. –Se disculpó el otro hombre.

-Mi padre… -Susurró Dic.

-No te preocupes, él es viejo, morirá pronto y…

-Yo lo mataré. –Interrumpió Dic. –Su reino será mío…

-En realidad… todo será tuyo…

-Sí. –Soltó en tono irónico. Luego movió un hombro revisando su movilidad. –Creo que los clavos me lastimaron el músculo. Me duelen las alas.

-Tengo que preguntar… ¿Cómo vamos a salir de aquí?

-Eso depende…

-¿De que depende? –Preguntó.

-De cuanto tiempo llevo durmiendo… Así que dime… ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? –Preguntó retóricamente observando al otro hombre con el cabillo del ojo.

-¿Qué? ¿Qué pregunta es esa? Llevas dormido todas las eternidades tu bien lo…

-No se supone que mi nacimiento me liberaría de esta prisión. ¿O si? –Interrumpió Dic.

-Si, exactamente. El nacimiento lo liberará de su prisión.

-Y ¿Cuál es mi objetivo?

-¿Lo olvidaste? Es…

-¡No lo olvidé! Quiero que lo digas. –Masculló Dic con un movimiento brusco.

-No te alteres.

-¡Dilo! –Ordenó Dic. Luego miró al otro hombre directo a los ojos y retorció la cabeza. El otro hombre se puso muy nervioso y se pasó la palma de la mano por la cabeza…

-Es… -Comenzó a balbucear –Finalizar la existencia de los vivos y los muertos… es… es por eso… -El miedo en los ojos del hombre se hacía notar en el abundante sudor que brotaba por todas partes e su cuerpo. Su confianza había desaparecido –que te llaman como el último mes del año: Diciemb…

-¡Sabes bien que ese no es mi nombre Abaddon! –Explotó Dic.

-Tu nombre es Beelzebub. Perdóname.

-¿Y cuál es el tuyo? –Desafió Dic.

-Mi nombre es Abaddon… Tú ya lo sabes. –Dic miró la ventana de vuelta. Miraba un punto fijo más allá de la ventana, como mirando un punto inexistente… planeando. El silencio se apoderó del lugar.


Después de unas horas Dic se giró y vio al otro hombre.

-Tenemos que salir de aquí –Comentó con autoridad.

-¿Perdón? –Preguntó Abaddon. –Si… pero ¿Cómo?

-No es posible que no lo sepas.

-Me dijeron que tu…

-No te dirigirás a mí de esa manera jamás si quieres seguir existiendo. –Amenazó Dic.

-Perdón… ¿Alteza? –Suplicó Abaddon.

-¿Es mi perdón lo que pides?

-Si… por favor…

-¿Sabes como salir de aquí? –Interrumpió Dic. El otro hombre lo miró con miedo y se quitó los lentes negros. Sus ojos blancos comenzaron a llorar.

-No

-Entonces ya no te necesito. –Escupió Dic. Luego se dio la vuelta para seguir mirando la ventana. El otro nombre cayó al suelo suplicando. Después se levantó y comenzó a gritar de dolor,

-No me destruya por favor señor… -Gritaba.

-¡Silencio! –Ordenó Dic en una voz demoníaca. La garganta del otro hombre se agujeró y comenzó a sangrar a borbotones. Guardó silencio pero siguió retorciéndose. Cayó al suelo otra vez. Cientos de alimañas ponzoñosos surgieron del alfombrado rompiéndolo y acudieron a subir y alimentarse del cuerpo de Abaddon, que se seguía moviendo tratando de librarse de los bichos.

Las alas de Beelzebub se empezaron a abrir lentamente hasta tocar las paredes de la habitación. Eran unas alas negras hermosas, impecables, lo único que las perturbaba eran los agujeros que los clavos hicieron y la sangre que de estos aún brotaba.

-Llévatelo –Ordenó aún con las alas extendidas. De pronto el suelo de la habitación comenzó a abrirse doblando las paredes y el techo pero no rompiéndolos. Los bichos tomaron el cuerpo aún vivo de Abaddom y lo introdujeron en el hoyo, luego todos los insectos entraron también y finalmente se cerró dejando al demonio alado completamente solo.

-Ahora –Dijo dulcemente mirando la ventana. -¿Cómo salgo de aquí?




.

4 Comentarios/Memorias:

Soiral dijo...

Muy pero muy interesante escrito, pues me pareció creer en un momento que tu eras el personaje con las alas negras...
Quizá solo sea mi imaginación.
Me agradó como escribiste esta vez.
Escribes muchísimo últimamente.

Ciao!
cuidate

Anónimo dijo...

El Señor de las moscas y el rey de las langostas!!!!

Sale con los nombre biblicos... un apocaliptico destructor jefe de los demonios de la septima jerarquía vencido por unos insectitos enviados por la divinidad de los ejercitos... ke irónico... Señor de las moscas, suena, divertido xD...

Bueno, pues la historia esta bastante buena, me agradó, aunque esta algo inconclusa... no se, como que no dice mucho... En fin... Me agradó

Nos veremos pronto, "peoresnada" xDD

Michelle dijo...

sabes cual es tu problema?? mas bien mio...xD que escribes cosas muy largas xD tendre q leer mucho estos dias...genial. bueno ok...me encanto jaja es malvadamente genial...jaja bueno supongo q continuara...ojala
bueno te dejo

Necro dijo...

Místico... interesante escrito... sabes, yo no pense k fueras tú alguno de los personajes pero en dierto momento el cuarto descrito me pareció el tuyo... y me agrada, beelzebub suena interesante y el otro me caía bien... lástima... pero en fin... una continuación sería agradable... buen escrito. adios.