Información Ocasional

¡Nuevo botón! (¡Actualícense!)
Reportar en caso de encontrar mensaje(s) ocultos.
Blog en proceso de recuperación
¿Faltas de ortografía? ¿Errores de estilo? Repórtalo en un comentario. Ayúdame a mejorar...

Mi botón

Memoriasencadenadas

20 de mayo de 2009

Incendiar Una Estrella

Otro para la sogem, se suponía que trabajáramos en el tono del narrador, e hice una combinación entre exagerado y leyendesco... pero... no sé si qudó bien... lo demás (fuera del tono del narrador) me gustó. Entonces le platiqué a Neru y me hizo una sugerencia épica que me ayudó mucho con el tono del narrador (primer coment). Se le agradece infinitamente. La primera es con el tono del narrador bien definido (aunque como que se volvió personaje) y la segunda es la versión original. Me gusta más la segunda versión, es decir la primera que aparece aquí... La imagen, robada, como siempre... ¡Comenten!

Incendiar Una Estrella

En algún día de algún año reciente, en algún lugar del pequeño espacio en el que todos vivimos, me topé con un par de estrellas cuchicheantes que estaban comentando el caso de un jovencito muy interesante cuyo sueño era uno muy particular. Y como su humilde narrador no puede evitar traerles una buena historia, les contaré lo que escuché.

Me dijeron las luces, que una noche fría y despejada, un pobre niño, cuya edad apenas superaba los diez años, salió al jardín mirando al cielo nocturno. Se recostó en el pasto sosteniendo mucho llanto en su interior y cerró sus ojitos muy fuerte.

–Muérete Aru, vamos… sólo tienes que morir. Ya no pienses, sólo muere.

Las palabras apenas salían por el gran nudo en su garganta. Trataba de que no se le escapara ni una sola lágrima y que en lugar de eso se acumularan en él para ahogarlo por dentro. Un sentimiento terrible, sin duda.

–Sólo cierra los ojos y desaparece. Desaparece y ya.

Apretó sus puños y ojos lo más fuerte que pudo, tratando de desaparecer, pero por más que intentaba e intentaba estaba atrapado en sí mismo. Pero el pequeño tenía fe en que para desaparecer se tenían que tumbar todas las barreras de la mente, extenderse hasta el infinito para luego ser uno con este último, y así dejar por siempre su cuerpecito inútil. Esto obviamente nunca lo había logrado, pero no por eso dejaría de intentar.

–Se el vuelo Aru. Que el viento te lleve hasta donde quieres llegar –susurró ordenándose. Entonces algo impensado sucedió: El viento sopló tan fuerte como un huracán. Aru sintió cómo la corriente se llevaba parte de él, para lentamente esparcirla por todos lados, pero no era suficiente. Aún había muchas cadenas atándolo al orbe azul.

–Deja los sueños Aru, los tuyos y los que todos tienen de ti ¡Que caigan todos los sueños! –Dijo inconsolable.

Inmediatamente una gran canica brillante, cayó desde el firmamento hasta la tierra haciéndose polvo y soltando un líquido brillante de cargado aroma azucarado. El polvo luego se unió al viento, el cual emprendió una danza alborotada soplando hacia los cuatro puntos cardinales para que luego, como estrellas fugaces, comenzaran a granizar más esferas, de todos los colores, que impactaban como meteoros furiosos en el suelo. Un poco del líquido de ilusión salpicó el rostro del infante, pero él no abrió los ojos, sólo percibió el aroma que rápido se propagó en la danza aérea.

–Hiere a todos, ¡que la vida se libre de ti, Aru! –Gritó saliendo de sí.

Cayeron entonces inertes todos sus conocidos, cada uno en su lugar. Y, mientras sus cuerpos se derretían para olvidar a Aru, sus espíritus eran llevados, por el viento de tormenta, hasta el cielo, esquivando la lluvia de sueños que hacía crecer el empalagoso aroma.

–¡Incendia las estrellas! ¡Que caiga el cielo!

Y todos los astros, que él veía como puntitos de la bóveda celeste, perdieron su lejana luz, cada una detrás de una pequeña flama que no tardó en combinarse con las demás para crear un cielo rojo y una lluvia de cenizas que cubrieron al planeta entero. Uno a uno, los soles lejanos desaparecieron entre el ímpetu del infierno volador.

Escuchó, Aru, la sinfonía destructiva en la que estaba habitando. Viento agitándolo todo y arrojando objetos hacia cualquier dirección; cristalazos por doquier y chapoteos salpicándolo todo; el suave canto de las almas de sus amados elevándose; el ruido del fuego inmenso, como mil tormentas sobre el mar, cubriendo todos los horizontes. Supo que ahora estaba listo para desencadenar su última orden. Y así hizo.

–¡Desvanece la razón! –Gritó dentro de su cabeza.

Burbujas escaparon de las rocas tratando de encapsular cada sonido, convirtiéndose en domos de eufonías maravillosas que cualquiera hubiera querido escuchar. Los árboles echaron a correr escapando de la lluvia de sueños y cenizas. El aroma dulce se apelmazó y se volvió algo insoportable. La sangre huyó de los animales mientras estos caían hacia sí mismos en una espiral infinita. Magma frío, del suelo se filtró, inundando hasta el último rincón visible.

Ahora era el momento de cumplir su sueño.

–Desaparece –susurró.

Cuan aleteo de colibrí, la negrura se apoderó de todo, y hasta los sonidos y el aroma desaparecieron. Silencio y negrura absolutos. Todo pareció ausentarse en ese momento. La realidad parecía quebrantada. Un golpe de enorme alegría lo invadió al instante y abrió los ojos. Yo no lo hubiera hecho.

Vio los puntitos blancos del cielo nocturno tal y como siempre los había visto. Una suave brisa le alborotó el cabello y meció las copas de los árboles perturbando el silencio casual de la ciudad dormitante. Nada había sido real.

Suspiró frustrado. ¡Había fallado otra vez! Mil veces lo había intentado y mil veces había fallado, por lo que no se sintió tan decepcionado, pero en esta ocasión había estado tan cerca que incluso había sentido cómo las lágrimas dejaban de presionar contra sus párpados y el nudo de su garganta se desvanecía…

Vino a su mente la posibilidad de haberse quedado dormido.

–¿Fue un sueño? ¿Y si todo esto es mi imaginación? ¿Y si no puedo desaparecer así? ¿Y si jamás pudiera lograrlo? –se preguntó.

En ese momento rompió en llanto. Se puso de pie y se metió corriendo a la casa.

Pobrecillo de Aru, porque lo que no supo fue que una estrella, al final de la galaxia, se cubrió un par de segundos por una llama tan joven como él y desapareció entre los retazos de un sueño que jamás sería cumplido.


Incendiar Una Estrella
(Versión original)

Cuentan las estrellas sobrevivientes, que una noche fría y despejada, un pobre niño, cuya edad apenas superaba los diez, salió al jardín mirando al cielo nocturno. Se recostó en el pasto sosteniendo mucho llanto en su interior y cerró sus ojitos muy fuerte.

–Muérete Aru, vamos… sólo tienes que morir. Ya no pienses, sólo muere.

Las palabras salían con dificultad por el gran nudo en su garganta. Trataba de que no se le escapara ni una sola lágrima y que en lugar de eso se acumularan en él para ahogarlo por dentro.

–Sólo cierra los ojos y desaparece. Desaparece y ya.

Apretó sus puños y ojos lo más fuerte que pudo, tratando de desaparecer, pero por más que intentaba e intentaba estaba atrapado en sí mismo. Pero tenía fe en que para desaparecer se tenían que tumbar todas las barreras de la mente, extenderse hasta el infinito para luego ser uno con este último, y así dejar por siempre su cuerpecito. Nunca lo había logrado, pero no por eso dejaría de intentar.

–Se el vuelo Aru. Que el viento te lleve hasta donde quieres llegar –susurró ordenándose.

Entonces el viento sopló tan fuerte como un huracán. Sintió cómo la corriente se llevaba parte de él, para lentamente esparcirla por todos lados, pero no era suficiente. Aún había muchas cadenas atándolo al orbe.

–Deja los sueños Aru, los tuyos y los que todos tienen de ti ¡Que caigan todos los sueños!

Una gran canica brillante, cayó desde el firmamento hasta la tierra haciéndose polvo y soltando un líquido brillante de cargado aroma azucarado. El polvo se unió al viento, el cual emprendió una danza alborotada soplando hacia los cuatro puntos cardinales para que luego, como estrellas fugaces, comenzaran a granizar más esferas, de todos los colores, que impactaban como meteoros en el suelo. Un poco del líquido de ilusión salpicó el rostro de Aru, pero él no abrió los ojos, sólo percibió el aroma que rápido se propagó en la danza aérea.

–Hiere a todos, ¡que la vida se libre de ti, Aru!

Cayeron entonces inertes todos sus conocidos, cada uno en su lugar. Y mientras sus cuerpos se derretían para olvidar a Aru, sus espíritus eran llevados, por el viento de tormenta, hasta las estrellas, esquivando la lluvia de sueños que hacía crecer el empalagoso aroma.

–¡Incendia las estrellas! ¡Que caiga el cielo!

Todos los puntitos de la bóveda celeste perdieron su lejana luz, cada una detrás de una pequeña flama que no tardó en combinarse con las demás para crear un cielo rojo y una lluvia de cenizas. Uno a uno, los soles lejanos desaparecieron entre el ímpetu del infierno volador.

Escuchó la sinfonía destructiva en la que estaba habitando. Viento agitándolo todo y arrojando objetos hacia cualquier dirección; cristalazos por doquier y chapoteos salpicándolo todo; el suave canto de las almas de sus amados elevándose; el ruido del fuego inmenso, como mil tormentas sobre el mar, cubriendo todos los horizontes. Supo que ahora estaba listo para desencadenar su última orden.

–¡Desvanece la razón! –Gritó en su cabeza.

Burbujas escaparon de las rocas tratando de encapsular cada sonido, convirtiéndose en domos de eufonías maravillosas. Los árboles echaron a correr escapando de la lluvia de sueños y cenizas. El aroma se volvió algo insoportable. La sangre huyó de los animales mientras estos caían hacia sí mismos en una espiral infinita. Magma frío, del suelo se filtró, inundando hasta el último rincón visible.

Ahora era el momento.

–Desaparece –susurró.

Cuan aleteo de colibrí, la negrura se apoderó de todo, y hasta los sonidos y el aroma desaparecieron. Silencio y negrura absolutos. Todo pareció ausentarse en ese momento. La realidad había sido quebrantada. Un golpe de enorme alegría lo invadió al instante y abrió los ojos.

Vio los puntitos blancos del cielo nocturno tal y como siempre habían estado. Una suave brisa le alborotó el cabello y meció las copas de los árboles perturbando el silencio casual de la ciudad que duerme. Nada había sido real.

Suspiró frustrado. Había fallado otra vez. Mil veces lo había intentado y mil veces había fallado, por lo que no se sintió tan decepcionado, pero en esta ocasión había estado tan cerca que incluso sintió cómo las lágrimas dejaban de presionar contra sus párpados y el nudo de su garganta se desvanecía…

Vino a su imaginación la posibilidad de haberse quedado dormido.

“¿Fue un sueño? ¿Y si todo esto es mi imaginación? ¿Y si no puedo desaparecer así? ¿Y si jamás pudiera lograrlo?” se preguntó.

Rompió en llanto. Se puso de pie y se metió corriendo a la casa.

Pero lo que Aru no supo fue que una estrella, al final de la galaxia, se cubrió un par de segundos por una llama tan joven como él y desapareció entre los retazos de un sueño que jamás sería cumplido.

3 Comentarios/Memorias:

sirnnenn dijo...

Está hermoso, las ideas fluyen con tanta gracia que parecen danzarines de ballet, todas flotando en armonía y haciendo un número expléndido, metáforas que juntas crean magia y que separadas son memorables. El problema es que la historia, los sentimientos del personaje y la idea base se comen por completo al narrador (que es el que debería sobresalir o por lo menos ser notado) se lo comen porque no presenta ningún aspecto innovador, si no dijeras que es la característica principal del texto, estoy seguro de que nadie lo notaría. Te sugiero (y aquí voy yo con miedo a equivocarme)que cambies toda la intención del narrador, el problema es que el narrador es el que crea las imágenes geniales, pero nadie piensa en el creador y todos se concentran en las imágenes mismas (la culpa obviamente no es del lector) y si le cambiases la personalidad/intención al narrador, perdería la facultad para hacernos sentir tan fascinados con sus comentarios. Quizá lo mejor sería darle cierto egocentrismo o divéz (no sé si esa palabra exista) al narrador, hacerlo más arrogante, algo así como una personalidad de Dr House, que es excelente en lo que hace (narrar) pero es muy prepotente. Se pueden incluir pequeños comentarios de elogios a sí mismo o comentarios que constaten que lo que dice es la única verdad (no sería como si fuera un personaje, sólo sería aplicarle personalidad) o qué opinas¿?

como sea, es tu decisión y al fin de cuentas todo está en tus manos, si decides dejarlo así como está estoy seguro de que también te irá bien (al fin de cuentas es un muy buen trabajo)

Pd: nótese el placer sexual que me da al poner paréntesis xD

WW

Soiral dijo...

Leí la versión original... vaya! esta muy bonita la historia, y más por el final, me hizo sentir como si estuviera flotando, y luego en la lluvia de todo, realmente se desvaneciera Aru, me fascinó... definitivo quedó dentro de mis favoritas xD
sin mucho que decir... pronto leeré la versión 2 D:

Gracias

Soiral dijo...

Segunda Versión leída...

Insisto cuando estoy leyendo la parte de las canicas que caen, siento que estoy flotando entre el cielo negro y Aru... es genial.
Me agradaron los pequeños cambios que le diste, pero me gustó más la versión original. Me recordó a ti la historia.

Ciao